Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 865
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 865:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Se hizo el silencio entre ellos.
Natalie se mordió el labio, claramente tentada. Cinco años. ¡Solo cinco años! Después, podría dejar a Linden y quedarse con la villa. ¡Era como ganar miles de millones en cinco años! Ni siquiera casarse con Doug le garantizaría esa cantidad de dinero.
Natalie vaciló, a punto de aceptar, pero Elyse la detuvo. —Tenemos que pensarlo bien.
Natalie se volvió hacia ella, confundida.
—Si te casas con él y se niega a divorciarse, ¿qué harás? ¿Estás dispuesta a desperdiciar toda tu vida?
Además, una vez casados, cualquier disputa se convertiría en un asunto familiar, y los extraños no podrían interferir. Linden parecía astuto. Natalie podría no ser capaz de burlarlo. Y los hombres que se habían hecho a sí mismos siempre eran más cautelosos con su dinero que gente como Doug.
—En cualquier caso, necesitamos tiempo para pensarlo —dijo Elyse con tono firme.
—De acuerdo. Te daré tres días. Si no tengo noticias tuyas, daremos por zanjado el asunto y le pediré matrimonio a Nina.
Elyse apretó los labios y apartó a Natalie.
Linden vio a Natalie desaparecer por el pasillo. Su mente volvió al día en que Doug la había empujado al ascensor. Ella no parecía asustada, sino más bien complacida. Apretó los puños con fuerza.
Natalie y Elyse llegaron a casa, pero Elyse no podía dejar de estar nerviosa mientras miraba a Natalie.
Si no fuera por la insaciable codicia de Natalie, podría haber vivido una vida sin preocupaciones, confiando cómodamente en su acuerdo secreto con Daniela. Pero ahora, Daniela estaba furiosa y ese acuerdo estaba prácticamente muerto. Si aún tuviera algún valor, Daniela no le habría dado la villa a Linden.
Lo habían perdido todo y no habían ganado nada. El arrepentimiento se retorcía en el pecho de Elyse mientras le espetaba a Natalie: «¿Qué hacemos ahora? Te advertí que te comportaras, pero insististe en estar con Doug. Ahora tu reputación está por los suelos, Doug está muerto y nosotras nos estamos ahogando en las consecuencias. ¡Has arruinado nuestro futuro!».
Natalie giró la cabeza, con incredulidad grabada en el rostro. Lanzó una mirada fulminante a Elyse. —¡Mamá, tú me enseñaste desde pequeña a hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quisiera!
Elyse puso los ojos en blanco. —Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Por qué no te casas con Linden? Unos cuantos miles de millones son suficientes para vivir cómodamente el resto de nuestras vidas.
La expresión de Natalie se ensombreció con disgusto. Conocía muy bien a Linden y a los hombres en general. No lo había elegido antes, pero se había acostado abiertamente con Doug, y las fotos y los vídeos circulaban para que todos los vieran. Y aún así, Linden seguía allí, dispuesto a casarse con ella. Eso no era amor.
Se trataba de alimentar el sentido de superioridad de un hombre y calmar su resentimiento. Casarse era fácil, pero divorciarse más tarde sería mucho más complicado. Además, durante el matrimonio, cualquier violencia doméstica solo podría tratarse en privado, dentro de la familia.
Casarse con Linden sería como entrar directamente en la boca del lobo. Y el acuerdo de cinco años de Linden no era más que una mentira y una excusa.
Natalie no era ingenua. Ya había dejado a Linden una vez. Si se casaba con él ahora, sabía que solo se metería en un mundo de maltrato.
Natalie no estaba dispuesta a aceptar eso.
Necesitaba otra solución, así que acudió a Daniela. Su habitual arrogancia había desaparecido. Con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas, le suplicó: «Daniela, por favor, ayúdame».
A diferencia de Elyse, que desviaba la culpa, Natalie admitió su error. «No pensaba con claridad. Nunca pensé que Doug fuera tan débil. No quería que muriera. Es culpa mía. Por favor, Daniela, ayúdame».
.
.
.