Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 858
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Capítulo 858:
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Qué hombre más inútil, pensó ella.
—Sr. Fairburne, ¿está listo? —preguntó con dulzura. Se dio la vuelta, le arrebató el resto de las pastillas del bolsillo y se las metió en la boca con una sonrisa encantadora—. Toma más, cariño. Es mi primera vez y espero algo extraordinario.
Doug, abrumado, se tragó todo lo que Natalie le ofreció.
La atmósfera en el ascensor se volvió tensa, cargada de una innegable sensación de intimidad.
Natalie cerró los ojos por un momento, imaginando su futura riqueza, y una sonrisa astuta se dibujó en su rostro.
Pero entonces, de repente, el hombre detrás de ella se derrumbó con un golpe sordo, y su cuerpo quedó inerte tras el intenso episodio. El sonido de su caída resonó con fuerza en el espacio reducido.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron con un chirrido, los flashes implacables de las cámaras de los medios de comunicación les dieron la bienvenida.
Natalie se quedó inmóvil, mirando fijamente a los periodistas. Al oír sus respiraciones agudas y colectivas, bajó lentamente la cabeza.
Doug yacía debajo de ella, inmóvil en el suelo, con el cuerpo sangrando incontrolablemente.
«¡Argh!». Natalie puso los ojos en blanco y se derrumbó en el suelo, perdiendo el conocimiento.
Los espectadores se quedaron atónitos, divididos entre capturar imágenes de Natalie o de Doug, pero finalmente decidieron fotografiar a ambos, uno al lado del otro.
Joyce se quedó a cierta distancia, esperando pacientemente a que cesaran los flashes de las cámaras.
Se humedeció los ojos con agua y, con lágrimas en los ojos, se abrió paso entre la multitud y se arrojó junto a Doug.
Cuando el organizador del evento intentó mover a Doug, Joyce se aferró a él con fuerza, sollozando incontrolablemente y negándose a soltarlo.
Se hicieron esfuerzos para proteger a Natalie del caos, pero Joyce los detuvo, insistiendo en que todos los presentes documentaran la escena en su totalidad.
Cuando la policía y el personal médico llegaron y confirmaron la muerte de Doug, una sonrisa débil, casi imperceptible, apareció en los labios de Joyce.
De pie ante la multitud reunida, se inclinó profundamente, con expresión sombría. Volviéndose hacia los periodistas, dijo en voz baja: «Señoras y señores, soy Joyce, la esposa de Doug. Les pido sinceras disculpas por los trágicos acontecimientos de hoy que han interrumpido su velada. Me aseguraré de que mi marido reciba un entierro digno y, al mismo tiempo…».
Una lágrima solitaria resbaló por la mejilla de Joyce mientras continuaba: «También pido a todos que se opongan a aquellos que destruyen familias para su propio beneficio egoísta. Gracias».
Mientras Joyce se alejaba, dos lágrimas más cayeron, perfectamente sincronizadas para las cámaras. Mientras tanto, Natalie, que acababa de recuperar la conciencia, se desmayó de nuevo al oír las últimas palabras de Joyce.
En medio del caos, Cedric acompañó a Daniela a su casa. Antes de marcharse, Daniela miró atrás y se fijó en la expresión sombría de Linden. Su mirada fría seguía fija en Natalie.
Justo cuando Daniela estaba a punto de desviar su atención, algo llamó su atención. En un rincón tranquilo, un hombre vestido completamente de negro permanecía oculto, con la gorra calada para ocultar su rostro.
Daniela lo reconoció inmediatamente como el hombre que se parecía a Cedric. Después de observar todo lo que sucedía, sonrió y se escabulló silenciosamente.
Lillian, que conducía, preguntó: «Daniela, ¿qué estás mirando?».
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