Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 857
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 857:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
El corazón de Joyce dio un vuelco por la sorpresa. Armándose de valor, se acercó a Daniela con cautela. «¿Qué te hace tanta gracia?».
Daniela se limitó a seguir comiendo sus tomates cherry, sin responder.
«Escucha, Daniela, lo que pase hoy no tiene nada que ver contigo. ¡No te metas!».
Daniela respondió con indiferencia: «Solo estoy aquí para disfrutar. Sigue». Al oír las palabras de Daniela, Joyce se tranquilizó. Estaba segura de que Daniela no era de las que mienten. Sin embargo, le irritaba que Daniela la hubiera calado tan fácilmente.
Decidiendo que no valía la pena discutir, Joyce cambió de tema y fijó la mirada en Natalie.
Natalie llevaba un vestido que irradiaba elegancia y gracia, cuyo dobladillo ondulaba como un arroyo brillante bajo las luces. En cuanto Natalie entró, Joyce se dio cuenta de que Doug tenía los ojos fijos en ella. Joyce se burló, observando la escena con indiferencia gélida.
Natalie, conocida por su gusto refinado, estaba de pie a un lado con una copa de vino tinto en la mano, sus ojos escudriñando sutilmente la sala. Solo cuando Doug se acercó, una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Natalie estaba segura de que hoy conquistaría el corazón de Doug.
Llevaba un vestido caro, segura de que cautivaría a Doug.
—Señorita Dury, cuánto tiempo —dijo Doug, colocándose a su alcance. Era bastante bajo, por lo que se colocó en la posición perfecta para que Natalie mirara hacia abajo, a su cabeza calva. Ella, sin embargo, no pareció inmutarse y le dedicó una cálida sonrisa.
Linden observaba desde un rincón en penumbra, con la mirada fría.
—Buenas noches, señor Fairburne —dijo Natalie, ampliando la sonrisa al darse cuenta de que los ojos de Doug se detenían en su escote—. Cuánto tiempo sin vernos. Su saludo tenía un significado oculto.
Los ojos de Doug se fijaron en el rostro de Natalie, que se parecía al de Daniela, despertando profundas emociones en su interior. Él tomó la mano de Natalie, que respondió con una tímida sonrisa, tratando de retirarla, pero sin mucha fuerza.
—Sr. Fairburne, no soy una mujer a la que se pueda tomar a la ligera —continuó ella—. Si siente algo verdadero por mí, debe pedirme que me case con usted. Abrumado por sus sentimientos, Doug asintió con entusiasmo.
Natalie fijó sus ojos en Doug, con tono firme. «No debe engañarme. Tengo una reputación impecable. Si me comprometo plenamente con usted y usted me engaña, la vergüenza sería insoportable».
Doug negó con la cabeza inmediatamente. «¿Cómo podría hacerlo? Le prometo que me divorciaré de Joyce inmediatamente si usted me elige».
Una pizca de diversión cruzó los ojos de Natalie ante su promesa, aunque rápidamente la disimuló. —Pero ¿Joyce estará de acuerdo?
Doug lo descartó con un gesto. —No tendrá elección. No te preocupes. Joyce y yo hemos firmado un acuerdo. Si nos divorciamos, ella no recibirá nada. No recibirá ni un centavo a menos que yo fallezca. Joyce se quedará sin nada, salvo el desahucio.
Al oír esto, Natalie arqueó una ceja y su sonrisa se amplió sutilmente. Doug, aunque tenía cuarenta y tantos años, era muy consciente de su salud. No era probable que muriera pronto.
Una vez que Natalie se convirtiera en su esposa, esperaba con impaciencia disfrutar de los lujos de Elite Lux, tratándolos como si fueran meras necesidades.
Una brillante sonrisa se dibujó en el rostro de Natalie mientras bajaba la mirada, con los ojos brillantes de satisfacción mientras Doug la guiaba hacia el ascensor.
Su interacción no pasó desapercibida. Daniela, Cedric, Joyce y Linden observaban desde la distancia, cada uno con sus propios planes secretos mientras observaban la escena que se desarrollaba. Dentro del ascensor, el aire estaba cargado de tensión íntima.
Natalie se apoyó contra la pared, respirando con dificultad, mientras Doug sacaba ansiosamente un paquete de su bolsillo y se metía una pastilla en la boca. Natalie puso los ojos en blanco discretamente.
.
.
.