Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 829
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Capítulo 829:
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La mirada de Daniela se intensificó contra el viento cortante mientras respondía: «La persona que se parece mucho a Cedric».
Lillian dudó y luego preguntó: «¿Podrías haberte equivocado? Solo hay una forma de subir a la azotea. No vi a nadie bajar».
Daniela no respondió. Sus ojos recorrieron la azotea vacía.
«Volvamos dentro», sugirió Lillian, notando el frío cortante. «Hace demasiado frío aquí arriba; no deberíamos arriesgarnos a resfriarnos».
Daniela asintió ligeramente.
Se dirigieron al ascensor y bajaron de nuevo a la oficina.
Preocupada, Lillian llamó inmediatamente a un médico para que examinara a Daniela.
Cuando llegó el médico, Linden lo vio.
Con el ceño fruncido, Linden se enfrentó a Lillian, con evidente molestia en su voz. —¿Por qué no me informaron de que Daniela estaba enferma? Yo también soy médico, recién titulado. ¿No crees que soy capaz?
Lillian le mostró las credenciales del médico, deteniendo a Linden por un momento.
Lillian apartó a Linden a un lado. —Por favor, no te metas.
Linden se quedó paralizado, sobrecogido. El médico que atendía a Daniela no era otro que Lee Hoffman, su ídolo desde hacía mucho tiempo.
Linden intentó seguirlo, pero Lillian lo detuvo con un gesto de la mano en la puerta.
Su voz delató sus sentimientos heridos. «¿Todo lo que me dijiste sobre que eras la médico de cabecera de Daniela era mentira?».
Lillian se quedó de pie con los brazos cruzados, sin mostrar ninguna emoción. Su expresión era sombría.
Linden la miró, con una mezcla de miedo y confusión en los ojos. —¿No debe de ser increíblemente caro que Lee la trate?
La respuesta de Lillian fue impasible. —No hay ningún cargo. Daniela y Lee son buenos amigos.
Linden abrió los ojos con asombro. —¡Es realmente extraordinaria! Su admiración era más sincera que nunca.
Dudó un momento antes de preguntar: «¿Qué es exactamente lo que le preocupa a Daniela? ¿Cuál es el problema?».
Siempre había considerado a Daniela una persona fuerte.
Era activa, corría y hacía ejercicio a diario, aparentemente era la imagen de la salud.
Linden planteó su pregunta con una sonrisa casual.
Sin embargo, Lillian lo miraba con una mirada que podría matar.
Asustado, Linden preguntó: «¿Cuál es el problema?».
Lillian apartó la mirada. —Solo un recordatorio: hay cosas que debes saber y que aprenderás con el tiempo. Pero indagar en conocimientos prohibidos podría resultar catastrófico para ti.
Linden soltó una risa nerviosa. —¿Catastrófico? ¿Qué estás insinuando, que podrías matarme?
Su risa se volvió más forzada mientras hablaba.
Momentos después, el pasillo se sumió en un silencio inquietante.
Linden se enfrentó a la mirada fría y amenazante de Lillian.
—¿Te interesa poner a prueba tus límites? —preguntó ella.
Linden sintió que el corazón le daba un vuelco. Titubeó antes de responder: —¿Poner a prueba qué exactamente?
—Enfrentarte a la muerte. Eso es lo que pareces estar haciendo —dijo Lillian con dureza, sin rastro de su habitual sonrisa. El miedo se apoderó del pecho de Linden.
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