Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 822
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Capítulo 822:
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Los labios de Daniela se curvaron. —Vas a la subasta, ¿verdad? He venido a buscarte.
Cedric apretó los dedos contra el teléfono.
Era directo; a veces, había que ser duro para dejar las cosas claras.
Lo sabía bien.
Pero cuando se encontró con la mirada fija de Daniela, las palabras se le atragantaron en la garganta. Su voz se apagó por la frustración. —Daniela…
Daniela solo le sonrió.
Cedric exhaló. —Seguimos peleando.
Daniela asintió, sin inmutarse. —Lo sé. Perdonarme tan rápido te resulta demasiado fácil, ¿verdad? Aún no estás satisfecho. No pasa nada, puedo seguir apaciguándote.
Cedric sintió que su determinación se desvanecía. Daniela era perfecta, excepto por una cosa: era tan terca como él.
—No necesito que me apacigües, Daniela. Solo quiero saber quién es tu verdadero objetivo. No me digas que solo son Natalie y Elyse.
Para Cedric, Natalie y Elyse no eran nada.
Si Daniela estaba siendo tan cautelosa, tenía que haber una razón.
Y la forma en que lo había rechazado antes, fría y rotunda, le decía que había algo más importante detrás.
Cedric era inteligente. Mentirle no tenía sentido.
Ella no iba a mentir, pero tampoco estaba preparada para contarle toda la verdad. En lugar de eso, repitió lo que le había dicho una docena de veces antes.
—Espera un poco más. Te lo contaré todo.
Cedric suspiró, sintiendo esa familiar frustración invadirlo.
Se había quedado sin opciones.
Una vez que Daniela tomaba una decisión, nada podía cambiarla. Ni siquiera él.
Cedric sabía que no era una excepción para ella, y darse cuenta de eso le dolió más de lo que esperaba.
—Entonces no iré a la subasta benéfica contigo esta noche.
La ira de Cedric hervía bajo la superficie.
Nunca podría entender por qué Daniela tenía que ser tan terca.
En ese momento, estaba seguro de que no significaba nada para ella.
Daniela se mordió el labio, dudó y luego se levantó con una risita. —Bueno… está bien. Me voy. No te enfades.
Sus palabras le tocaron la fibra sensible, encendiendo la poca paciencia que le quedaba.
Cedric soltó una risa seca, con los ojos oscuros por la frustración. —¿Acaso te importa si estoy enfadado? Actúa como si me estuvieras haciendo un favor, y eso no me hace nada feliz.
Por primera vez, Cedric perdió los estribos con Daniela.
Daniela se quedó paralizada.
Quería consolarlo, pero no sabía cómo.
Había perdido a su madre a los cinco años y, desde ese momento, nunca había aprendido a consolar a nadie.
No sabía cómo hacer feliz a Cedric ni cómo pedirle que esperara un poco más.
Así que no dijo nada.
Con Alexander, el dinero había sido suficiente para comprar la paz.
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