Cariño, dèjalo y ven conmigo - Capítulo 1013
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Capítulo 1013:
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La cara de Huey ardía de humillación. «¡No quiero vivir más! Si tienes las pelotas, no te metas. ¡No intentes hacerme cambiar de opinión! Daniela es despiadada, aplasta a sus rivales sin dudarlo. He perdido la guerra empresarial, pero con mi muerte, el mundo verá su verdadero y feo rostro».
Cedric entrecerró los ojos, con una expresión indescifrable pero llena de desprecio. «¿Has perdido y eso te convierte en la víctima? ¿Es eso lo que me estás diciendo?». Su tono autoritario habitual tenía un peso que se cernía sobre Huey, haciéndole sentir como si fuera una simple mota de polvo bajo la imponente presencia de Cedric.
Huey sintió que el control se le escapaba de las manos, que la conversación se desmoronaba más rápido de lo que podía salvarla.
Cedric se quedó en silencio, con los brazos cruzados, su mirada aguda clavada en Huey como un juez esperando una confesión.
Huey bajó la mirada hacia la vertiginosa altura que se extendía debajo, con el estómago revuelto por el terror que se enroscaba en su interior. Una caída desde esta torre de cien pisos significaba una muerte segura.
El pánico se reflejó en los ojos de Huey. ¿Dónde estaba la red de seguridad que Hackett le había asegurado? Su mirada se dirigió a Hackett, buscando una respuesta. ¿Dónde estaba el equipo de rescate? ¿Dónde estaba la maldita red?
Cedric captó la vacilación en la postura de Huey, el destello de duda en sus ojos. —Huey, ¿vas a bajar o no?
Huey apretó los dientes, tensando la mandíbula como si eso fuera lo único que pudiera mantener su determinación.
La voz de Cedric era gélida. —Baja ahora y quizá aún puedas salvar las apariencias. ¿Pero esperar a que se disperse la multitud y bajar a escondidas, avergonzado? Eso sería realmente humillante.
El rostro de Huey se quedó sin color, cubierto por una palidez enfermiza. Instintivamente, sus pies retrocedieron unos centímetros, alejándose del borde.
—¡Huey! —La voz de Hackett atravesó el aire de repente, aguda y urgente.
Sobresaltado, Huey se giró, tambaleándose al borde. Un grito ahogado recorrió la multitud, y la tensión era tan densa que se podía cortar con un cuchillo.
Cedric frunció el ceño. Sin dudarlo, extendió la mano. Huey era un sinvergüenza, sin duda, pero Cedric no estaba dispuesto a dejarlo morir en el territorio de Elite Lux.
—¡Cedric! —Huey colgaba impotente, buscando algo sólido con los pies. Tenía los ojos llenos de lágrimas y la voz llena de pánico—. ¡No me sueltes! ¡No quiero morir!
Cedric se inclinó hacia delante, apretando con fuerza la mano de Huey como si fuera un tornillo de banco. Hackett se apresuró a acercarse a Cedric, observando la escena con mirada fría e impasible.
Huey levantó la cabeza y se encontró con la mirada distante e indescifrable de Hackett. —¡Vamos! —Hackett se agachó y extendió el brazo—. ¡Huey, coge mi mano! ¡Agárrate fuerte!
El instinto de Huey se impuso y extendió la mano. Estaba seguro de haber agarrado la mano de Hackett. Pero entonces, Hackett le soltó la mano, como si quisiera matarlo.
Una sacudida de shock recorrió a Huey, dejándolo paralizado, con la mente luchando por procesar lo que acababa de pasar. Su momento de vacilación le costó caro: sus dedos se deslizaron peligrosamente de las manos de Cedric.
Cedric frunció aún más el ceño. Sin perder un segundo, se lanzó hacia delante con ambas manos. «¡Agárrate!».
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