Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1174
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Capítulo 1174:
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Sin decir una palabra más, se dio media vuelta y se marchó, sin dedicarle ni un segundo más de su tiempo. Para ella, Ernst no era más que una mota de polvo en el retrovisor.
Incluso hablar con él le parecía un insulto a su propia dignidad.
No había venido aquí en busca de drama, sino por su sueño, y eso no tenía nada que ver con él.
Mientras tanto, Emilee cargaba con un peso diferente: revivir Hinks Perfumes era una pesada carga sobre sus hombros. Tenía la mirada puesta en el campeonato y no se conformaría con menos. Ahora que ella y Ernst eran rivales, cualquier camaradería que hubieran compartido en el pasado se había agriado. La cooperación era cosa del pasado.
Por supuesto, el concurso no tenía cabida para las disputas personales. El evento se desarrolló como un reloj, y cada ronda acercaba a los finalistas al premio definitivo. Entonces llegó la fase final, el momento de la verdad.
Justo cuando Ernst estaba seguro de que su conexión con la poderosa jueza le garantizaría la victoria, un anuncio inesperado conmocionó al público. La jueza se había retirado repentinamente del jurado debido a circunstancias imprevistas.
Ernst sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Por un momento, se quedó allí como una marioneta a la que acababan de cortar los hilos.
El pánico se apoderó de él, pero lo tragó y se obligó a mantener la compostura.
Aún conservaba sus habilidades, ¿no? Incluso sin esa jueza de su lado, estaba seguro de que podría conseguir una clasificación respetable. Quizás no ganaría todo, pero sin duda se llevaría un premio y, con él, las puertas a prometedoras ofertas de trabajo. Ahora, lo único que podía hacer era contener la respiración y esperar.
Emilee compartía la misma ambición: estaba totalmente convencida de que el campeonato le pertenecía a ella y a nadie más.
A medida que se acercaba el momento de la verdad, el destino les jugó una mala pasada al sentarlos a Ernst y a ella uno al lado del otro. Incapaces de resistirse, intercambiaron palabras duras, ansiosos por ver al otro caer. Pero pronto ambos se quedaron en silencio, sumidos en su orgullo y su expectación. No había necesidad de más insultos: los resultados dirían quién era el mejor. Uno de ellos se alzaría y el otro quedaría en el olvido.
Sin embargo, cuando finalmente se anunciaron los resultados, la confianza engreída se desvaneció de sus rostros. La conmoción los golpeó como una bofetada, dejándolos completamente humillados.
El campeonato fue para nada menos que Araceli, la concursante a la que habían descartado por irrelevante. Los jueces no podían dejar de elogiar su obra maestra, Summer’s Love, calificándola de revelación en la perfumería moderna.
«¡Esto es imposible!», exclamaron Ernst y Emilee al unísono.
Su incredulidad se convirtió en indignación y se pusieron en pie, dispuestos a protestar.
Ernst y Emilee estaban atónitos, con expresiones que mezclaban incredulidad e indignación. Protestaron al unísono, luchando por asimilar la aplastante realidad: Araceli había ganado el campeonato y ellos ni siquiera habían conseguido clasificarse. Sus resultados eran pésimos, un desastre total.
Su arrogancia se había hecho añicos, sus elevadas ilusiones se desmoronaban como un castillo de naipes.
—¡Esto es absurdo! —gritó Ernst, con la voz cargada de indignación—. ¡Araceli ni siquiera es perfumista profesional! Apenas ha dado sus primeros pasos en este oficio, es imposible que nos haya superado.
«¡Exacto!», intervino Emilee, poniéndose del lado de Ernst como si nunca hubieran sido rivales. «Conozco a Araceli desde hace años, ¡es una torpe sin remedio! Nunca ha logrado nada destacable en perfumería. Tiene que ser un error».
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