Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1173
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Capítulo 1173:
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Silver Fox hacía tiempo que había descartado a Ernst como una simple mancha molesta en su pasado, alguien que no merecía su tiempo ni su energía. Así que cuando su nombre apareció en la pantalla, apenas pudo reprimir un suspiro. Qué descaro. Si no lo ponía en su lugar ahora, podría seguir apareciendo para molestarla. Una risa fría y sin alegría se escapó de sus labios. «¿He oído que vas a participar en el concurso de perfumería?».
El concurso se había fijado para hacía tres meses, pero se había retrasado debido a circunstancias imprevistas. Araceli, Ernst y Emilee se habían estado preparando sin descanso, ansiosos por demostrar su valía.
Ernst, ajeno a la trampa que le estaban tendiendo, se rió con aire de suficiencia. —Así es. Y no tengo ninguna duda de que me llevaré el campeonato a casa. Eloisa, te arrepentirás de haberme dejado por el resto de tu vida.
Silver Fox soltó una risa aguda y despectiva. —¡Ja! Realmente estás delirando. Ella sabía exactamente por qué Ernst volvía a pavonearse como un pavo real. Durante un tiempo, tras perder a su rica mecenas, Sansa, Ernst había estado pasando apuros económicos. Pero se rumoreaba que había conseguido ganarse el favor de una de las juezas del concurso, una mujer con mucha influencia en los resultados. Con ella de su parte, se creía invencible.
Sin embargo, lo que no sabía era que Silver Fox no era otra que la directora general de Minty Fragrances and Perfumes. Y mientras ella conservara ese cargo, su supuesta «victoria segura» no era más que una quimera.
Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. —Ernst, estoy deseando verte caer estrepitosamente. —Y con eso, colgó el teléfono.
Sentado a su lado, Burnet, que había estado observando en silencio su expresión, captó el destello de irritación en sus ojos. Con una sonrisa cómplice, le preguntó: «¿Otra molestia intentando sacarte de quicio?».
Silver Fox le lanzó una mirada y, con un puchero juguetón, dijo: «Cariño, ¿qué tal si me ayudas a espantar a esa mosca molesta?».
Burnet se rió entre dientes y le pellizcó la mejilla con cariño. «Ni siquiera tienes que pedírmelo. Considera que ya está hecho. Pero no pierdas el buen humor con él, hay cosas mucho mejores en las que pensar».
«¿Ah, sí?», preguntó Silver Fox arqueando una ceja. «¿Como qué?».
«Nuestra boda, por supuesto». La sonrisa de Burnet se amplió. «Connor y Marissa tuvieron la boda del año. No podemos dejar que nos roben todo el protagonismo, ¿verdad? Quiero darte una ceremonia igual de espectacular, no, incluso más grandiosa».
Al mencionar la boda de Marissa y Connor, Silver Fox se perdió en los recuerdos de aquel evento impresionante: las brillantes lámparas de araña, los románticos votos, la magia que lo envolvía todo. Una cálida emoción la invadió. —Tienes razón —dijo con los ojos brillantes.
Y así, mientras la ciudad seguía alborotada con los comentarios sobre la deslumbrante boda de Marissa y Connor, Silver Fox y Burnet pasaron la noche tejiendo sus propios sueños: una boda que sería inolvidable.
Dos días antes de la boda, estaba previsto que se celebrara la gran final del concurso de perfumería.
Ernst llegó con una tormenta en su corazón, ansioso por hacer que Silver Fox se arrepintiera de sus decisiones. Estaba decidido a demostrar su valía, a mostrarle exactamente lo que había perdido.
En cuanto vio a Araceli en el lugar del evento, una extraña mezcla de culpa y arrogancia se agitó en su interior. No pudo resistirse a burlarse. «Araceli, tú no perteneces al mundo de la perfumería. Has movido todos los hilos para llegar a la final, solo para perseguirme. Al final, solo conseguirás humillarte».
Araceli le lanzó una mirada que habría podido convertir el vino en vinagre. «Ernst, eres patético».
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