Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1154
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Capítulo 1154:
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Un silencio cayó sobre la cabina, roto solo por el rítmico zumbido de los motores mientras el avión surcaba el cielo. Clarissa y sus acompañantes permanecieron en silencio, su presencia tenue, como si esperaran algo tácito.
Dos horas más tarde, el avión descendió con elegancia, aterrizando en la extensa cubierta de un opulento yate privado.
En el momento en que el avión se detuvo, la puerta se abrió de golpe, revelando la interminable extensión del océano. Clarissa se volvió hacia Marissa con voz suave pero firme. «Dr. Finley, por aquí, por favor».
Marissa miró de nuevo a su chófer antes de levantarse. Sin decir palabra, siguió a Clarissa hasta el gran vestíbulo del yate, con cada paso deliberado.
Una figura imponente envuelta en una capa oscura se alzaba en el gran vestíbulo, su presencia era imponente y enigmática.
El hombre, con una máscara en el rostro, mantenía ocultos sus rasgos, pero sus ojos permanecían descubiertos, lo que permitía a Marissa vislumbrar las emociones que acechaban bajo su exterior reservado.
Su mirada tenía una suavidad engañosa, pero bajo ella se escondía una amenaza silenciosa.
Aunque se comportaba con un aire de cortesía y refinamiento, bajo la superficie se escondía una naturaleza despiadada, afilada como una hoja oculta en la seda.
Marissa también era un misterio. Un rostro falso ocultaba sus verdaderos rasgos, mientras que unas gafas de sol tintadas de gran tamaño velaban su mirada.
Sus emociones eran un enigma, reveladas solo a través de la cadencia de su voz, manteniendo sus intenciones como un misterio para quienes la rodeaban. La sala estaba sumida en una inquietante quietud, el peso de la presencia del hombre presionaba como una fuerza invisible.
Clarissa dio un paso adelante, con tono deferente. «Jefe, el Dr. Finley ha llegado».
El hombre de la capa oscura la reconoció con un sutil movimiento de cabeza.
Sin dudarlo, Clarissa inclinó la cabeza respetuosamente antes de escabullirse, dejando a Marissa y al hombre enmascarado solos en la vasta y poco iluminada sala.
Dado que Clarissa se refería a este hombre como «jefe», debía de ser Kim, el enigmático líder de la turbia organización con la que esperaba tratar, aunque no había previsto encontrarse con él tan fácilmente.
Kim vaciló, su mirada recorrió a Clarissa, evaluándola, calculándola.
Marissa se enfrentó a su mirada, igualmente paciente, igualmente atenta.
Después de un momento de silencio, Kim finalmente habló, con voz mesurada. «Dr. Finley, es un placer».
Un destello de tensión recorrió el cuerpo de Marissa. Algo en su voz y su comportamiento le resultaba extrañamente familiar, como si lo hubiera conocido antes.
Una sonrisa lenta y ensayada curvó sus labios. «Lo mismo digo, Sr. Kim».
Al oír su voz, el cuerpo de Kim se tensó ligeramente, lo que sugería que su voz también le resultaba familiar.
Marissa ladeó la cabeza, y su voz sonó divertida. —Sr. Kim, ¿no sería más civilizado ofrecerle un asiento a su invitada?
Los labios de Kim se crisparon, y una leve sonrisa amenazó con formarse. —Por supuesto. —Hizo un gesto suave—. Dra. Finley, por aquí.
Con aplomo y confianza, Marissa tomó asiento en una gran mesa cuadrada. Kim se acomodó en el asiento de enfrente.
Con precisión y sin prisas, Marissa se levantó y se quitó las gafas de sol, dejándolas sobre la mesa con un suave chasquido. Sus ojos descubiertos se encontraron con los de Kim con una sonrisa fácil y cómplice. «Dígame, Sr. Kim, ¿de qué quiere hablar conmigo?».
Durante un largo momento, Kim no dijo nada. Su cuerpo se tensó visiblemente, su mirada se clavó en los ojos de Marissa con una intensidad que hablaba más alto que las palabras. La escudriñó, buscando, como si acabara de desenterrar un fantasma al que no estaba preparado para enfrentarse.
Marissa lo comprendió rápidamente: debía de haber encontrado sus ojos tan familiares como ella los suyos.
Qué irónico, pensó. El escurridizo cerebro que estaba detrás de la turbia organización era alguien a quien conocía. Un destello de curiosidad se agitó dentro de ella: un impulso de arrancarle la capa y la máscara, para dejar al descubierto la verdad que ocultaba.
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