Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1087
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Capítulo 1087:
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Tambaleándose hacia atrás, incrédula, susurró: «No lo entiendo. Q tenía tanto poder e influencia dentro de la organización, ¿por qué lo mataste?».
Q había sido asesinado de la manera más brutal e implacable imaginable.
La risa de Kim era escalofriante, casi burlona. «Solo era alguien favorecido por el jefe anterior. Para mí, era un traidor. En mi mundo, los que me siguen prosperan. Los que se oponen a mí… bueno, acaban como Q».
Clarissa no pudo reprimir el violento escalofrío que la recorrió. Todos los nervios de su cuerpo gritaban de miedo y su columna se puso rígida como si una mano fría la hubiera agarrado. La presencia de Kim era sofocante, su propio ser exudaba un aura de terror que le provocaba temblores helados.
Sus palabras fluían sin esfuerzo, tranquilas y casuales, casi con un toque de diversión, pero tenían un peso innegable. Era como si hablara desde un lugar de placer desapegado, un depredador saboreando el miedo de su presa.
Para Clarissa, se sentía como si fuera un demonio surgiendo de las profundidades del infierno, su escalofriante presencia sofocando el aire a su alrededor.
Clarissa recordó a Kim diciendo que la había elegido. Y con esa elección solo había dos caminos: uno en el que se inclinaba ante su voluntad, seguía todas sus órdenes y vivía para servirle… o el otro, un destino mucho más oscuro: acabar como Q, encontrando una muerte cruel y miserable.
Con todas las fuerzas que pudo reunir, Clarissa hizo que el miedo se hundiera en el fondo de su estómago. Su voz tembló cuando preguntó: «Sr. Kim, ¿qué quiere que haga?».
Kim no se apresuró a responder a la pregunta de Clarissa. En su lugar, preguntó: «¿Estás profundamente herida porque Paul te ha desechado, Clarissa?».
Apretando firmemente los labios, Clarissa asintió con la cabeza, con la voz cargada de emoción. «Durante años, estuve a su lado como si fuera mi propio padre, dándolo todo para demostrarme una hija devota. Sin embargo, todo quedó en nada».
Las lágrimas brotaron de los ojos de Clarissa, cada una de ellas un testimonio de su profunda amargura y dolor. Casi había logrado cerrar la distancia emocional con Paul, casi había asegurado un vínculo familiar. ¿Cómo pudo todo desmoronarse tan abruptamente?
—¿Lo desprecias? —preguntó Kim.
Expulsando las palabras con fuerza, Clarissa respondió: —¡Por supuesto! No me mostró ningún afecto paternal, a pesar de mi admiración y confianza en él. Después de conocer a su verdadera hija, me desechó como si no fuera nada.
¿Acaso el hecho de que creciera a su lado no cuenta para nada frente a su vínculo sanguíneo con Tiffany? ¿Son los lazos de sangre más importantes que cualquier otra cosa? ¿Eclipsan años de lealtad y cuidado?
—¿Cuán profundo es tu odio? ¿Llegarías a quitarle la vida y reclamar su legado? —preguntó Kim.
Clarissa se puso tensa, su cuerpo se endureció ante la idea. Su odio era intenso, pero la idea de vengarse de Paul de esa manera parecía estar fuera de su alcance: él era demasiado grande, demasiado formidable.
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