Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1082
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Capítulo 1082:
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Paul había decidido inicialmente mantener a Rex en la ignorancia sobre la turbia organización. Su hermano menor siempre había sido un alma mansa, carente de valor para manejar incluso la adversidad leve. Cargar a Rex con un conocimiento tan peligroso sería como lanzar a un peso pluma a un combate de pesos pesados, y Paul dudaba que Rex pudiera soportarlo.
Pero con la difícil situación de Ayla fuera de control, Rex había sido arrastrado sin saberlo a las turbias profundidades de los planes de la organización. Le gustara o no, tenía que afrontar las consecuencias.
Así que Paul se lo explicó todo, sin escatimar en detalles, mientras le explicaba el siniestro funcionamiento de la organización. Terminó con una sombría conclusión: «La única forma de salvar a Ayla es desmantelar esa vil organización».
Como era de esperar, Rex parecía haber visto un fantasma. Su naturaleza tímida siempre había sido su talón de Aquiles, y ahora, ante la perspectiva de este problema colosal, estaba paralizado por el miedo.
La idea de enfrentarse a una organización criminal internacional parecía tan inalcanzable como atrapar la luna con un lazo. ¿Cómo podía alguien tan pequeño y modesto como él esperar derribar un imperio tan extenso y oscuro?
Paul no se sorprendió. Francamente, nunca había puesto sus esperanzas en Rex. Decirle la verdad había sido una formalidad, una casilla que había que marcar.
Con un suspiro resignado, Paul centró su atención en Sansa. Ella no tenía derecho a enredarse en esta telaraña, pero como madre de Ayla, ya estaba metida hasta el cuello.
La reacción de Sansa fue la misma que la de Rex. A pesar de su actitud incendiaria habitual y su afición por el teatro, cuando se enfrentaba a un peligro real, se derrumbaba como un castillo de naipes.
Su miedo era palpable, despojándola de cualquier pretensión de valentía. Paul exhaló con fuerza, sin palabras, mientras la frustración carcomía su paciencia. ¿Cómo había terminado cargando con aliados tan desesperanzadores?
Afortunadamente, Marissa intervino para romper el incómodo silencio. Su voz era aguda, cortando la tensión como una cuchilla. «Sansa, dime, ¿quién te ha enviado hoy aquí para agitar las aguas con Ayla?».
Hace tiempo que había descifrado el carácter de Sansa y la conocía lo suficiente como para dudar de que tuviera el valor de causar problemas de nuevo después de haber sido castigada la última vez.
Y, sin embargo, ahí estaba Sansa, armando un escándalo descaradamente, una señal segura de que alguien poderoso la estaba apoyando.
El instinto de Marissa le susurró que quienquiera que estuviera moviendo los hilos de Sansa tenía vínculos con la turbia organización. El excepcional experimento de Ayla…
El valor de Ayla la convertía en un premio al que la organización no renunciaría sin luchar. Era solo cuestión de tiempo que hicieran su jugada para reclamarla.
Aun así, Marissa no podía entender cómo la organización había conseguido enganchar a Sansa. Clarissa ya había sido enviada de vuelta a BIO Grein, y la nave de Q no era más que un recuerdo tras su destrucción.
Marissa no podía evitar preguntarse a quién había enviado la organización para llevar a cabo sus negocios en Blebert.
Aunque Marissa había destinado a sus hombres a vigilar a Sansa durante los últimos meses, había habido lagunas en la vigilancia. En esas ocasiones, no habían podido pillar a Sansa mezclándose con nadie sospechoso. Era una clara señal de que la turbia organización mantenía sus movimientos en secreto.
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