Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1081
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1081:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
La inquietante imagen de Ayla permaneció grabada en la mente de todos como un fantasma que se negaba a desvanecerse. Sansa se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos fijos en la pantalla en blanco del teléfono. Era como si sus pensamientos se hubieran desvanecido, dejándola atrapada en un aturdimiento, al borde de la incredulidad y la locura.
Rex se desplomó en el frío suelo, con la voz temblando de incredulidad. «¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Cómo se ha convertido mi hija en… esto?». Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, cargadas de angustia.
Los demás permanecieron inmóviles en silencio, con expresiones que oscilaban entre la compasión y la inquietud.
Tras una larga y tensa pausa, Rex se irguió de golpe como si le hubiera alcanzado un rayo. Sin previo aviso, su mano azotó el rostro de Sansa, y el sonido de la bofetada resonó en la habitación como un disparo.
Era la primera vez que le levantaba la mano.
Sansa, una mujer fogosa y testaruda que había dominado a Rex desde los días de su noviazgo, lo miró en estado de shock. Rex, que siempre había interpretado el papel de cordero manso en su relación, finalmente encontró su voz y su furia.
Esa bofetada no fue solo física; fueron años de frustración desatados en un movimiento rápido. Sansa tropezó en el suelo, aturdida, con la cabeza dando vueltas como una peonza.
Pero Rex no había terminado. Su rostro se retorció de rabia y pateó a Sansa varias veces, con voz atronadora. «¡Maldita mujer! ¡Eres una calamidad! ¡Mira lo que le has hecho a nuestra hija! ¡Aunque te retorciera el cuello, no aliviaría mi ira!».
Sansa se agarró la mejilla dolorida y rompió a llorar. —¿Cómo iba a saber que acabaría así? Ayla estaba prosperando, se estaba volviendo más lista, más fuerte… Estaba cambiando para mejor —tartamudeó, su voz vacilante antes de que una repentina revelación la golpeara como un rayo. Sus ojos llenos de lágrimas se clavaron en Marissa.
Con un dedo tembloroso, acusó: «¡Es ella! Estaba celosa, vio que Ayla mejoraba y la envenenó. ¡Es la serpiente que convirtió a Ayla en esto!».
Antes de que las palabras venenosas pudieran escapar por completo, la mano de Marissa se abalanzó en una bofetada ardiente, enviando a Sansa de vuelta al suelo. Su tolerancia a las acusaciones salvajes de Sansa se había agotado.
Aunque la furia de Rex hacia Sansa aún no había disminuido, sus salvajes afirmaciones plantaron una pequeña y persistente duda en su mente. Su mirada se dirigió a Marissa, con la sospecha titilando en sus ojos.
Antes de que pudiera expresar su duda, Paul intervino. «Os doy mi palabra, por mi honor: Tiffany no le hizo daño a Ayla. Solo la confinó para extraer sangre para las pruebas, trabajando incansablemente para crear una vacuna contra este virus híbrido».
Rex parpadeó, desconcertado. «Espera… ¿ya lo sabías?».
Paul expuso la historia de Clarissa con meticuloso detalle, con un tono firme y seguro. «Ahora que has oído toda la verdad, ¿sigues cuestionando a Tiffany?».
Rex se frotó la cara, sacudiendo la cabeza enfáticamente. «No. Te creo. Confiaría en ti más que en nadie».
La expresión severa de Paul se suavizó ligeramente. «Hay algo más que debes saber, algo aún más importante…».
.
.
.