Atraído por mi mujer de mil caras - Capítulo 1079
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Capítulo 1079:
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Luego, se volvió hacia Sansa, que yacía desplomada. Sin dudarlo un momento, la agarró por el cuello y la levantó sin esfuerzo. «Sansa, no puedes apartar la mirada. Debes ver con tus propios ojos lo que le has hecho a tu hija».
—¡No! No quiero ver —suplicó Sansa, cerrando los ojos con fuerza, luchando por escapar del férreo agarre de Marissa.
Pero Marissa no estaba dispuesta a ceder. Con un movimiento rápido, sacó una aguja plateada y se la clavó en el cuello a Sansa. En un instante, el cuerpo de Sansa se quedó rígido, inmovilizado, obligándola a ver cómo se desarrollaba la horrible escena en la pantalla.
En ese preciso momento, Ayla, en un nuevo arrebato de rabia, cargó contra Johnny y su equipo, con su energía maníaca en aumento.
Johnny y sus hombres, claramente acostumbrados a lidiar con un comportamiento tan impredecible, no se arriesgaron a enfrentarse a ella directamente. En su lugar, le lanzaron pollos vivos.
Ayla se detuvo en mitad de la carga, con los ojos entrecerrados y la mirada fija como la de un animal mientras los pollos volaban por los aires. Con un gruñido depredador, atrapó uno en pleno vuelo y hundió los dientes en su cuerpo aún retorcido.
La pantalla parpadeó, y la imagen se volvió aún más grotesca. Ayla, como una bestia salvaje, arrancaba plumas y desgarraba la carne con los dientes, mientras su risa era un sonido inquietante y maníaco.
En medio de los lastimosos gritos de los pollos, llovían plumas y sangre sobre el frío suelo del laboratorio. Ayla, con la cara y la boca manchadas de sangre, parecía una criatura salida de una pesadilla: una figura grotesca, como un zombi, encorvada sobre su presa.
«¡Dios mío!», gritó Hannah horrorizada, llevándose las manos a la boca al contemplar la grotesca escena que se desarrollaba ante ella. En cuestión de segundos, el contenido de su estómago se le subió y empezó a vomitar sin control.
Sergio extendió la mano con la intención de consolar a Hannah, pero en cuanto abrió la boca para hablar, su estómago se revolvió y él también empezó a vomitar.
El cuerpo de Rex no pudo soportar más la brutal visión. Su visión se volvió borrosa y oscura, sus piernas cedieron bajo él.
Marissa hizo una señal rápida y silenciosa a Landen, quien inmediatamente entró en acción, agarrando a Rex justo antes de que cayera al suelo. Con facilidad, lo acostó suavemente en un sofá cercano.
Al ser atrapado a tiempo por Landen, Rex salió ileso, pero el impacto de la horrible escena lo había dejado completamente agotado. Su rostro estaba pálido, sus rasgos demacrados, como si el mero impacto lo hubiera envejecido varios años en un instante. Obligada a presenciar impotente el desarrollo de la locura, Sansa gritó con voz ronca y frenética: «¡Ah! ¡Ah!».
En ese momento crucial, mientras Ayla seguía consumida por su salvaje festín, Johnny y su equipo entraron en acción. A la velocidad del rayo, se abalanzaron hacia ella, abrumándola con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar, la inmovilizaron en el suelo, y uno de ellos rápidamente le inyectó un tranquilizante, con la esperanza de dominar su violento frenesí.
Todos contuvieron la respiración, esperando que Ayla finalmente se calmara a medida que el tranquilizante hiciera efecto. Pero para su sorpresa, no fue así.
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