Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1794
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Capítulo 1794:
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La mirada de Shaun permanecía fija en las ramas que bailaban perezosamente fuera de la ventana, con el cuerpo tan inmóvil como una estatua tallada en piedra.
—Jayden pidió algunos favores y consiguió el mejor equipo médico del extranjero para evaluar tus piernas —continuó Elyse en tono tierno—. Las perspectivas de una recuperación completa han mejorado significativamente. Por favor, no tires la toalla todavía.
Shaun no respondió, y su silencio se hizo pesado en la habitación. Con un suspiro, Elyse se dejó caer en una silla junto a él, y la quietud entre ellos se llenó de una preocupación tácita.
Sus ojos se posaron en la cama vacía junto a la de él, la cama de Tracy.
Tras la devastadora noticia de que quizá nunca volvería a caminar, había caído en una espiral de desesperación e insistido a Tracy en que se marchara. Tracy se había ido sin decir ni una palabra.
Elyse perdió la noción del tiempo mientras estaba allí sentada, sumida en sus pensamientos, hasta que la puerta se abrió con un chirrido y dejó ver una figura frágil: Tracy, con un aspecto tan delicado como una flor marchita.
Sorprendida, Elyse dijo: —Tracy, ¿qué te trae por aquí? El médico insistió en que descansaras.
—Necesitaba ver a Shaun —respondió Tracy con un hilo de voz.
Se acercó tambaleándose a la cama de Shaun, con la mirada oscilando entre Elyse y Shaun, antes de añadir: «Me gustaría hablar con él un momento».
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Elyse lo comprendió al instante. Se levantó con elegancia y dijo: «Esperaré fuera». Con un suave clic, cerró la puerta tras de sí, dejándolos a solas.
Tracy, demasiado débil para mantenerse en pie, se dejó caer en una silla cercana con un suspiro de cansancio.
Un silencio denso envolvió la habitación, cargado de palabras no pronunciadas. Por fin, Shaun no pudo soportarlo más y preguntó: —¿Por qué has venido? Tienes que estar descansando.
—¿Por qué crees que he venido? —replicó Tracy, con tono suave pero tajante—.
—Ya no puedo cuidar de ti, no en este estado. Todos te están endulzando la verdad, intentando suavizar el golpe sobre mis piernas. Este nuevo equipo médico… solo aumentará un poco las posibilidades de que vuelva a caminar.
—¿Y qué? —insistió Tracy, con voz firme a pesar de su frágil aspecto—. ¿De verdad estás dispuesto a resignarte a pasar el resto de tus días en una silla de ruedas?
Shaun apretó los ojos con fuerza y su rostro se contorsionó de angustia. —No lo entiendes. No siento las piernas, nada. Soy un inútil.
—¡Pues haz que sientas algo! —espetó Tracy, y sus palabras atravesaron la habitación.
Shaun apartó la cabeza, con el ánimo completamente destrozado. —Déjalo estar. Deja de malgastar tu aliento conmigo. Ve con Lowell. Cásate con él. No pierdas tu tiempo con alguien como yo».
Tracy, reuniendo todas sus fuerzas, le dio una fuerte bofetada en la mejilla.
Aturdido por los días de hambre, Shaun sintió que la habitación daba vueltas tras el inesperado golpe. Tardó un momento en recuperarse y volver a enfocar la realidad.
Se llevó una mano a la cara y dijo con voz cargada de autocompasión: «Solo digo la verdad. ¿Por qué me has pegado?».
Tracy soltó una risa burlona. «Nadie te ha pedido tu supuesta verdad. No me interesa oírla».
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