Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1787
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Capítulo 1787:
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Él se derrumbó en el suelo, aún abrazándola, mientras una sensación cálida y pegajosa se filtraba entre los muslos de ella.
—Tracy, no tengas miedo… Esta vez te mantendré a salvo… —Su voz era un susurro frágil, que se desvaneció cuando la oscuridad lo envolvió.
Tracy temblaba violentamente, con la mente dando vueltas, hasta que una oleada de claridad la impulsó a actuar. Buscó a tientas su teléfono y pulsó el botón de emergencia; Elyse había insistido en que lo programara, atormentada por un temor persistente de lo que pudiera pasar. Con solo pulsar un botón, se llamó al equipo de seguridad privada de la familia.
Guiados por el GPS del teléfono, los miembros del equipo de seguridad llegaron a una escena espantosa: Tracy y Shaun yacían tendidos en el pavimento, con un charco oscuro formándose debajo de él.
Momentos después, Elyse y Jayden llegaron al lugar en un torbellino de urgencia. Subieron a Tracy y Shaun a los vehículos de seguridad y los llevaron al hospital sin demora. En cuestión de minutos, ambos fueron trasladados al quirófano, y las puertas se cerraron detrás de ellos con un golpe seco y decisivo.
Elyse se quedó fuera del quirófano, con los nervios de punta mientras Tracy luchaba por sobrevivir a la operación. La espera era angustiosa, tenía el estómago hecho un nudo.
En ese momento, su teléfono vibró con la llamada de Jayden. Respondió con voz agotada: «¿Ha terminado la operación de Shaun?».
«Aún no», respondió Jayden. «Los médicos siguen luchando por salvarle la vida. Pero he descubierto quién es el culpable del accidente de coche: fue Dolores. La policía ya está en ello».
—¿Qué? ¿Dolores? —El temperamento de Elyse estalló como un incendio forestal—. ¿Ha perdido la cabeza? ¿Se cree que está por encima de la ley, atropellándolos así?
—Si la familia Ruiz intenta proteger a Dolores… —comenzó Jayden, pero Elyse lo interrumpió con palabras tan afiladas como una navaja.
«De ninguna manera dejaremos que lo barran bajo la alfombra. ¡Dolores tiene que pagar por lo que ha hecho!».
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La voz de Jayden la tranquilizó. «Aunque lo intenten, no tendrán suerte. He llamado a los padres de Shaun y están de camino».
«No vamos a dejar que Dolores se nos escape, ¿verdad?», insistió Elyse.
Jayden asintió con firmeza al otro lado de la línea. «Ni hablar. Ha tenido el descaro de hacer esto delante de nuestras narices. No vamos a dejar que se salga con la suya».
Elyse colgó el teléfono con el corazón encogido mientras miraba fijamente las puertas del quirófano.
«Tracy, tienes que salir de esta», se dijo a sí misma, aferrándose a la esperanza.
Lucille apareció en el apartamento de Dolores con un recipiente de comida en la mano, dispuesta a suavizar las cosas. Tenía pensado animar a Dolores, restarle importancia al drama con Lowell y Tracy, y hacer las paces tras su última pelea. Pero se quedó paralizada al ver a Dolores metiendo ropa frenéticamente en una maleta.
—¿Adónde vas con tanta prisa? —preguntó Lucille, frunciendo el ceño, confundida.
Dolores, nerviosa como un gato sobre un tejado caliente, murmuró: —Tengo un vuelo reservado. En cuanto termine de hacer las maletas, me voy corriendo al aeropuerto».
«¿Por qué tanta prisa? Tu padre sigue en el hospital, lejos de estar en plena forma», dijo Lucille con tono agrio.
«Mamá, esta vez es urgente», dijo Dolores con voz temblorosa. «Solo estaré fuera un rato. Volveré antes de que te des cuenta. Por favor, dile a papá que no se preocupe».
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