Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1781
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Capítulo 1781:
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Brook apretó la mandíbula. —No va a ser fácil. Tenemos que mantener en secreto la verdad sobre Corrie y el tío Jordy, por ahora.
Jayden asintió. —Exacto. Deberías ir a hablar con ella.
Brook abrió mucho los ojos. —¿Yo otra vez?
Elyse se acercó instintivamente a Jayden, dejando claro en silencio que no se ofrecía voluntaria.
Brook suspiró, se pasó una mano por el pelo y entró a regañadientes.
Elyse y Jayden se quedaron en el pasillo. Ella lo miró, con curiosidad en los ojos. —¿Dónde crees que podría estar escondida Corrie? No ha ido a casa, no está con nadie que conozcamos y no tiene coche. ¿Dónde podría estar?
Jayden se acarició la barbilla pensativo. —Esa es la verdadera pregunta, ¿no? ¿Adónde podría ir?
—Está completamente sola —señaló Elyse—. No tiene coche ni amigos que la acojan. ¿Crees que está durmiendo en la calle? ¿Quizás escondida en algún bosque?
Jayden dudó. —Hay un lugar al que podría haber ido.
Los ojos de Elyse se iluminaron con urgencia. —¿Dónde?
Jayden negó con la cabeza. —Es muy improbable, prácticamente una ilusión. Dudo que haya ido allí.
—Entonces vamos a comprobarlo de todos modos —insistió Elyse.
Tras una breve pausa, Jayden exhaló y asintió. —Está bien. Vamos.
Corrie bajó del autobús con las manos vacías. Se había gastado hasta el último centavo en el billete.
Tras un largo y agitado viaje, Corrie regresó por fin a Watscar. El sol de la mañana proyectaba un resplandor dorado a través de los árboles, pero su calor no servía para aliviar el frío vacío que sentía en su interior.
Pálida y agotada, emprendió el camino sinuoso. El billete del tranvía le había dejado sin un centavo, por lo que había caminado durante horas. Por fin llegó a su destino: un cementerio tranquilo. Las lágrimas le picaban en los ojos; se las secó con dedos temblorosos y dejó que los recuerdos la guiaran entre las lápidas hasta que se detuvo ante una en particular.
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La fotografía de la lápida permanecía intacta, sin que el tiempo hubiera dejado huella en ella. El rostro de un joven la miraba fijamente, guapo, con rasgos juveniles que aún conservaban la promesa de la juventud. Corrie se agachó y recorrió con los dedos las líneas grabadas de su rostro.
—Louis, he venido a verte —susurró con voz entrecortada. Lentamente, se dejó caer sobre la hierba y miró al cielo con la mirada perdida.
«Louis, he matado a alguien. A un anciano. Me prometió que me ayudaría a asegurar mi compromiso con Brook. Pero ayer se echó atrás y me llamó puta». Su voz se quebró al pronunciar la última palabra. «Quizá no se equivocaba. Me dejé utilizar. Me acosté con él solo para conseguir un matrimonio. Y cuando me di cuenta de lo sucia que me había vuelto, lo… maté».
Corrie se apoyó contra la fría piedra, como si pudiera apoyarse en el propio Louis. La confesión salió a borbotones. —¿Por qué fui tan ciega, Louis? Tú me perseguías. Eras bueno conmigo, incluso dijiste que querías casarte conmigo. Y yo… —Tragó saliva—. Te di la espalda. Te menosprecié. Fui una idiota.
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