Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1768
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Capítulo 1768:
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Camille miró a su amiga y se fijó en la suciedad que manchaba su ropa y su piel. Con un pequeño fruncimiento de ceño, dijo: «Deja de ser tan pesimista. Recuerda que te dije que todo saldría bien. Confía en mí».
Jennie soltó una risa seca. «No lo entiendes, ¿verdad? Yo soy la razón por la que estamos en este lío. Corrie te secuestró. No va a dejar que te vayas así sin más».
«¿Corrie?», Camille resopló con desdén. «No me da miedo. Es toda boca. Espera a que entren en juego los verdaderos protagonistas; se arrepentirá de lo que ha hecho».
Jennie la miró, desconcertada por su confianza.
Llegaron a su destino y Jennie no tuvo oportunidad de indagar más.
Corrie salió del vehículo que iba en cabeza y abrió la puerta. Jennie y Camille se sentaron una al lado de la otra, ambas mirando a Corrie con claro desdén. Corrie se sintió invadida por la emoción: le encantaba el dominio absoluto que ejercía sobre sus cautivas, que no podían hacer nada más que mirarla con ira impotente.
La sensación era embriagadora. —Salid —ordenó Corrie con una sonrisa amenazante en los labios. «Lo tengo todo preparado para ti».
En cuanto Camille salió del coche, soltó una furiosa diatriba, lanzando insultos groseros. Jennie, de pie detrás de ella, observaba en silencio, atónita.
Por un momento, Corrie se quedó paralizada, poco acostumbrada a palabras tan duras. Luego recuperó la compostura y respondió con incredulidad: «¿Qué ve Brook en ti? ¡No eres más que una arpía grosera!».
Camille frunció los labios en una mueca de desprecio. —Que Brook me quiera no es asunto tuyo. ¿Nunca has oído decir que «para gustes, colores»? —Se inclinó hacia delante, con los ojos brillantes de hostilidad—. Saber eso no te servirá de nada. Brook nunca te querrá, así que deja de malgastar tu energía.
Jennie notó que la expresión de Corrie se ensombrecía y agarró a Camille por el brazo. —Ya basta. Se está enfadando. Si sigues presionándola, solo conseguirás cavar tu propia tumba.
Camille echó la cabeza hacia atrás y se rió. —¿Tienes miedo de Corrie? ¡No me hagas reír! No es más que una mujer amargada y rencorosa.
La mirada de Corrie se volvió gélida. —Ya te lo he advertido antes. Si me hubieras escuchado, aún podría ofrecerte una salida. Pero no, tú insistes en ir hacia el desastre.
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La sonrisa de Camille se hizo más profunda. —Déjame ser clara: si nos tocas a alguna de las dos, alguien te hará arrepentirte.
Corrie se burló. —¿Arrepentirte? Este es el territorio de mi familia. Me gustaría ver quién se atreve a desafiarme aquí.
En ese momento, el rugido lejano de unos motores rompió el tenso silencio. Corrie giró la cabeza hacia el sonido. —¡Nadie debería poder entrar!
Jennie instintivamente empujó a Camille detrás de ella, con el corazón latiendo con fuerza.
Camille se quedó paralizada, pero luego se inclinó hacia ella. —Tranquila. Son amigos.
Jennie parpadeó. —¿Quiénes?
Antes de que Camille pudiera responder, el convoy se detuvo con un chirrido. Las puertas se abrieron y Elyse salió, mirando fijamente a Jennie y Camille. Exhaló aliviada. —Gracias a Dios que están bien.
El rostro de Corrie se contorsionó de rabia e incredulidad. —¡¿Elyse?! ¡¿Cómo te atreves a aparecer aquí?! ¡Fuera de aquí, ahora mismo!
Elyse sonrió con aire burlón, cruzando los brazos. —Corrie, recurrir al secuestro demuestra lo desesperada que estás. ¿Sabes con quién estás tratando? Jennie y Camille están bajo mi protección. Si les pones una mano encima, lo lamentarás.
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