Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1761
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Capítulo 1761:
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Lowell aprovechó la oportunidad. «Ni siquiera tú puedes prometer eso, ¿verdad? Entonces, ¿por qué debería poner mi futuro en manos de extraños cuando puedo construir algo estable en mis propios términos?».
El silencio se apoderó del lugar. Por primera vez, Leon miró de verdad a su hijo, no solo como un heredero, sino como un hombre con sus propias convicciones.
Tras una larga pausa, su voz se suavizó, pero su postura se mantuvo firme. —La vida es impredecible, Lowell. El futuro de tu hermana está arruinado. Ahora, todas mis esperanzas están puestas en ti. Una esposa rica e influyente puede ofrecerte un nivel de apoyo que una mujer corriente nunca podría.
Los labios de Lowell se curvaron en una sonrisa irónica. —Y a cambio, estaría condenado a una vida de miseria. ¿Es eso lo que realmente quieres para mí?
Leon frunció el ceño. —¿De verdad te gusta tanto esa mujer?
Lowell no respondió de inmediato. Dejó que el peso del momento se asentara antes de hablar. —Después de conocerla, me di cuenta de que formar una familia podría ser algo hermoso.
Lucille, que había permanecido en silencio hasta ahora, finalmente perdió la compostura. —¡Estás cegado por el amor! ¡Has dejado que este supuesto romance nuble por completo tu juicio!
La expresión de Leon seguía siendo indescifrable, y su silencio se prolongó hasta hacerse insoportable. Entonces, por fin, soltó un lento suspiro y dijo: —Está bien. La conoceremos.
Lucille cruzó los brazos. «¡Sí! Tenemos que verla con nuestros propios ojos. Si es realmente excepcional… quizá reconsideremos lo nuestro».
Lowell no se esperaba este desenlace, pero no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad. Estudió sus expresiones durante un momento antes de asentir. «De acuerdo. Quedaré con ella y os avisaré».
Dolores había estado observando toda la conversación, pero nada la había preparado para este desenlace. —¿Mamá? ¿Papá? ¿No habéis venido para regañarle? ¿Por qué vais a conocer a su novia? ¡No es justo!
Lowell le lanzó una mirada fulminante y le espetó: —No me metas en lo mismo que tú. Lo que yo he hecho no tiene nada que ver con tu desastre. Y, a diferencia de ti, yo soy capaz de manejar las cosas.
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Dolores sintió que todos sus esfuerzos habían sido en vano. La ira que bullía en su interior se acumuló como una válvula de presión a punto de estallar.
Apoyándose en la mesa, se enfureció por un momento y luego estalló de repente. «¡No! Mamá, papá, ¡no pueden conocer a su novia!».
Lucille se volvió hacia ella, frunciendo el ceño, confundida. —¿Por qué no? ¿Qué tiene esa mujer que te molesta tanto? Lowell va en serio con ella.
Lowell no dijo ni una palabra. Solo observaba a su hermana con un brillo cómplice en los ojos. Estaba apostando por una cosa: que ella no se atrevería a revelar la verdad sobre lo que había hecho.
Pero entonces, para su total sorpresa, lo hizo.
Dolores se mordió el labio y soltó: —¡No puedes conocerla porque intenté matarla! Solo está viva porque sobrevivió, ¡y ha vuelto para vengarse! Lowell quiere casarse con una mujer que odia a toda nuestra familia. ¡No lo permitiré!
El silencio se hizo total.
Durante lo que pareció una eternidad, nadie se movió. Nadie respiraba. Lucille fue la primera en recuperarse, aunque su voz temblaba de incredulidad. —¿Tú… intentaste asesinar a alguien?
Dolores entró en pánico mientras se apresuraba a defenderse. —¡No fue intencional! ¡Y Tracy Bernard ni siquiera murió! Está viva y bien, ¡y está embarazada de Lowell! ¡Eso no se puede considerar asesinato!».
«Fue asesinato. Yo estaba allí. Te vi empujar a Tracy por el acantilado con mis propios ojos». La voz de Lowell era desesperadamente tranquila.
Dolores palideció. «Yo… yo no la empujé a propósito. Fue… fue el viento. ¡Una ráfaga de viento la empujó por el acantilado!».
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