Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1746
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Capítulo 1746:
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Y, sin embargo, allí estaba, sentado solo en su oficina, mucho después de la hora de salida, sin ganas de volver a una casa desprovista de calor, afecto y la comodidad de una presencia familiar.
Mientras reflexionaba, un dolor repentino le oprimía el corazón. Se agarró el pecho, desconcertado. «¿Por qué pensar en Tracy me hace doler el corazón?», murmuró para sí mismo. No tenía respuestas. Nadie le había explicado nunca esos sentimientos. El amor y el afecto eran conceptos ajenos, ausentes de su educación y totalmente ajenos a su comprensión.
Pero una voz dentro de él murmuraba continuamente: «Mírala, contémplala, y tu corazón encontrará la tranquilidad».
Intentó reprimir esa voz, pero cuanto más lo intentaba, más fuerte se hacía el sentimiento. ¡Necesitaba ver a Tracy ahora mismo!
La idea le golpeó tan de repente que se levantó bruscamente, cogió las llaves del coche y salió a grandes zancadas de la oficina. Sabía exactamente dónde encontrarla. Sin dudarlo, condujo directamente a la villa de Jayden.
Cuando Elyse oyó que Lowell estaba en la puerta, exigiendo entrar, se quedó momentáneamente atónita. Preguntó apresuradamente: «¿Qué quiere Lowell aquí?».
La respuesta de Driscoll fue igual de sorprendente. «Dice que quiere ver a Tracy. Afirma que tiene algo importante que discutir con ella».
Elyse se quedó boquiabierta, incrédula. Tras una breve pausa, balbuceó: «Él… no pretende llevársela para abortar, ¿verdad? No, no, ¡no podemos dejarle entrar!».
En ese momento, Tracy apareció en lo alto de las escaleras, con expresión inexpresiva pero decidida. «No pasa nada», dijo en voz baja. «Yo iré a verlo».
Elyse la miró con incredulidad. «¿Cómo sabías que Lowell estaba aquí? ¡Aún no te lo había dicho!».
Tracy levantó el teléfono, cuya pantalla aún estaba encendida. «Me llamó. Acepté quedar con él».
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La expresión de Elyse se ensombreció con preocupación. «No quiero que te enfrentes a él sola».
Tracy esbozó una leve sonrisa tranquilizadora. «No pasa nada. Es algo que Lowell y yo tenemos que resolver de una vez por todas».
El rostro de Elyse se nubló con preocupación.
Después de bajar las escaleras, Tracy tomó suavemente la mano de Elyse y le dedicó una tierna sonrisa. —No pasa nada —le aseguró—. Estoy embarazada de él, no hay forma de evitar esa realidad.
Elyse apretó los labios hasta formar una línea fina. —Es un auténtico canalla. No me extrañaría que te secuestrara y te presionara para que abortaras.
Tracy, asimilando estas palabras, instintivamente apoyó la palma de la mano sobre su vientre y se sumió en sus pensamientos. El silencio se prolongó entre ellas hasta que Tracy finalmente habló. —Sabes, cuando me aconsejaste que abandonara mis pensamientos de venganza estos últimos días, lo consideré sinceramente. Pero, la verdad, me cuesta imaginar una vida sin ese propósito que me impulsa a seguir adelante.
Respiró hondo, y sus hombros se levantaron y bajaron con el esfuerzo. —Mi camino hacia el futuro está nublado. Sigo sin saber si traer a este niño al mundo.
Elyse lo pensó antes de responder con seriedad: —Es comprensible. Los retos complejos de la vida no se resuelven fácilmente. Tómate tu tiempo.
Los labios de Tracy se curvaron ligeramente hacia arriba. —No te preocupes, yo me cuidaré.
Con esa declaración, se dirigió con determinación hacia la entrada de la villa. Elyse, reconociendo su incapacidad para detener a Tracy, sintió que la emoción la invadía inesperadamente. «Siempre me he esforzado por protegerla, pero verla marcharse ahora mismo me ha hecho darme cuenta de algo importante: ha madurado y se ha convertido en una adulta. Sea cual sea la decisión que tome, debo respetar su autonomía».
Driscoll asintió con aprobación. «Has vuelto a crecer como persona. Me produce un auténtico placer ser testigo de tu evolución».
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