Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1734
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Capítulo 1734:
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Le dio una palmada burlona en la mejilla magullada de Jennie. «No lo olvides: tengo a tu querida mejor amiga en mis manos. Una palabra mía y desaparece. Piénsalo bien antes de desafiarme».
Al oír la amenaza de Corrie, la chispa en los ojos de Jennie se apagó. Se dijo a sí misma que aún no podía permitirse enfrentarse a Corrie. Por mucho que le doliera, tenía que mantenerse firme por ahora: la vida de su mejor amiga dependía de ello.
No podía dejar que su amiga sufriera.
Corrie, sintiendo que la determinación de Jennie flaqueaba, no pudo evitar sonreír para sus adentros.
Extendió la mano y acarició suavemente el rostro de Jennie, ampliando la sonrisa mientras hablaba. —Brook se va de viaje de negocios unos días. Necesito que averigües cómo hacer para que Camille se reúna conmigo mientras él no está.
Jennie dudó, con una mirada confusa en los ojos. —He quedado con ella… ¿y luego qué?
La voz de Corrie era fría, pero serena cuando volvió a hablar. —¿Que yo? Eso no es algo de lo que debas preocuparte. —Se inclinó ligeramente hacia ella, con la mirada penetrante—. Sé cómo eres: una buena persona, que no soporta ver sufrir a su amiga. Así que este es el trato: cumple este sencillo encargo y yo me aseguraré de que tu amiga salga ilesa. Las dos podréis seguir con vuestras vidas sin más complicaciones.
El corazón de Jennie latía con fuerza en su pecho. Tragó saliva con dificultad, agobiada por el peso de la decisión. —¿Qué piensas hacer con Camille? —preguntó, con un hilo de voz.
Corrie esbozó una sonrisa de complicidad. «Eso no es asunto tuyo. No te preocupes, ya te he mostrado misericordia al mantenerte al margen de lo que va a pasar. Así que no interfieras», respondió secamente.
Dicho esto, se levantó con elegancia y volvió a su asiento. Cogió su café, saboreó el aroma con una leve sonrisa y volvió a centrar su atención en Jennie.
—Levántate. Solo te he dado dos bofetadas, no te comportes como si te hubiera hecho algo peor. Siéntate y bébete el café que te he pedido.
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Jennie se puso en pie tambaleándose, todavía aturdida por el intercambio. Lentamente, se dejó caer en la silla, con las manos envueltas alrededor de la taza, mirando fijamente el líquido humeante mientras los pensamientos se arremolinaban en su mente.
No estaba de humor para disfrutar del café; lo único que quería era marcharse. Tras una larga pausa, finalmente habló, en voz baja: —¿Has dicho todo? ¿Puedo marcharme ya?
Corrie asintió con la cabeza, con los ojos brillantes de satisfacción. —Puedes irte cuando termines el café.
Jennie dudó, con la mirada fija en la taza y en Corrie. El peso de la situación la aplastaba. Solo quería irse, salir de aquella habitación asfixiante. Pero sabía que Corrie no la dejaría ir sin bebérselo. Respiró hondo, cogió la taza con la mano ligeramente temblorosa y se obligó a bebérsela de un trago.
En cuanto la última gota pasó por sus labios, dejó la taza con la mano temblorosa. No esperó ni un segundo más. Cogió el bolso, se levantó y se precipitó hacia la puerta, desesperada por escapar.
Detrás de ella, Corrie se agarraba el estómago, con una risa cruel resonando en el aire. Observó a Jennie marcharse, con el sonido de su risa mezclado con un tono burlón, casi de regocijo, como si toda la escena no hubiera sido más que una actuación para su entretenimiento.
La risa de Corrie resonaba en los oídos de Jennie, aguda y burlona. Le revolvió el estómago, impulsándola a caminar más rápido, tratando de escapar del sonido.
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