Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1727
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Capítulo 1727:
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La frustración de Dolores alcanzó su punto álgido cuando se dio cuenta de todo lo que había salido mal.
Con una respiración entrecortada, cogió el teléfono y marcó el número de Shaun, con la ira bullendo bajo la piel.
Shaun respondió casi de inmediato, como si estuviera esperando su llamada. —Hemos crecido juntos. Sabías que esos periodistas estaban allí, ¿por qué demonios no los detuviste? —La voz de Dolores estaba cargada de furia.
Shaun respondió con una risita, con un tono ligeramente divertido. —Estás loca, ¿no? Nadie te obligó a tomar esas drogas. Fue tu elección. En cuanto viste a esos hombres, no pudiste resistirte. Y ahora te niegas a admitir que no eres más que una puta.
El insulto la atravesó como un cuchillo, pero Dolores respondió con voz temblorosa de rabia. —¿Por qué no hiciste nada para detenerlos? ¡Ahora mírame! Soy el hazmerreír de todos. ¿Estás orgulloso de ti mismo?
La voz de Shaun se mantuvo gélida y tranquila mientras respondía: —¿Qué tiene que ver tu problema conmigo? Si cometiste un error, debes asumir la responsabilidad tú misma. No puedes controlarte, ¿y esperas que yo limpie tu desastre? Qué gracioso».
La voz de Dolores estalló a través del altavoz, cruda y llena de furia desenfrenada. Cuando su arrebato inicial se calmó, siseó con veneno en cada palabra: «Maldito seas, Shaun Kennedy. Tienes que ayudarme ahora. Me lo debes».
«Ridículo. Ve a llorarle a otro», replicó Shaun, y terminó la llamada con un golpe seco.
Al otro lado de la pulida mesa de caoba, Elyse levantó la mirada, con una expresión de sorpresa en el rostro. «¿Dolores te está causando problemas otra vez?».
«No le hagas caso», respondió Shaun con un gesto de indiferencia. «Solo está teniendo una crisis nerviosa».
Aunque Elyse ya había visto en Internet las noticias sobre la precaria situación del Grupo Ruiz, no pudo evitar sentir una punzada de sorpresa ante la audacia de Dolores.
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Shaun se llevó la taza de café a los labios y desvió la mirada hacia la ventana del segundo piso. Un suave suspiro se le escapó, casi inconscientemente.
—Estás mirando la habitación de Tracy otra vez —observó Elyse—. Lo has hecho muchas veces hoy.
—He estado deseando verla —admitió Shaun, con la voz cargada de emociones no expresadas.
—Aún no se ha despertado. Tendrás que ser paciente —respondió Elyse, con preocupación en sus palabras.
La mera mención de Tracy provocó una oleada de inquietud en el corazón de Elyse. Su mente se agitaba con pensamientos sobre cómo consolar a Tracy, cómo aliviar aunque fuera una pizca de su dolor.
La voz de Shaun se suavizó con una tranquila convicción. —Ya he tomado una decisión. Mientras Tracy renuncie a su venganza, aunque decida quedarse con el hijo de Lowell, estoy dispuesto a criar al bebé como si fuera mío.
La leche que Elyse estaba bebiendo se le atragantó, provocándole un violento ataque de tos.
Cuando por fin recuperó el aliento, lo miró con los ojos muy abiertos, incrédula. —¿De verdad estás dispuesto a criar al hijo de Tracy? ¿A pesar de que Lowell es el padre?
—Una suave risa escapó de los labios de Shaun.
«A decir verdad, antes de reunirme con Tracy, me atormentaba el arrepentimiento por todo lo que le había hecho. Llegué a comprender algo muy profundo: mientras ella esté dispuesta a volver conmigo, no me importa qué camino haya tomado ni cómo le haya cambiado la vida».
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