Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1725
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1725:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Dolores la miró con una indiferencia sorprendente. Si realmente hubiera comprendido las consecuencias, no lo habría hecho.
Leon estaba enloqueciendo. —La reputación del Grupo Ruiz está en ruinas. El último proyecto de tu hermano está al borde del colapso. ¿Y tú? —Su mirada la atravesó—. Tu propio nombre está por los suelos.
—¿Y qué? —Dolores se encogió de hombros—. Si Lowell se encarga de ello, que lo haga. ¿Qué más da?
Los ojos de Leon se oscurecieron con algo más frío que la ira: el disgusto. —El problema, Dolores, es que ahora todo el círculo de la élite sabe exactamente qué tipo de mujer eres. Tu reputación está por los suelos. Olvídate de Shaun: ningún hombre respetable te querrá ahora.
Al mencionar el matrimonio, Dolores perdió finalmente la compostura. Había pasado años esculpiéndose a sí misma para convertirse en la esposa perfecta, preparada para casarse con una familia mucho más estimada que la suya.
La confianza siempre había sido su armadura: creía que podía conseguir un marido ideal. Y casi lo había conseguido. Shaun no era su única opción; otros hombres distinguidos la habían considerado una buena partido.
¿Y ahora? Este escándalo lo había arruinado todo. No solo Shaun, todos ellos. Se habían esfumado. Desaparecido como el humo en el viento.
Incluso la idea de casarse con alguien de una familia de su mismo nivel le parecía ahora un sueño imposible.
Todo el peso de su caída se abatió sobre su pecho.
—Pero… yo no recuerdo que hubiera ningún periodista en mi habitación —balbujeó.
Lucille dejó escapar un suspiro de cansancio. —El médico dijo que tomaste demasiados afrodisíacos. Estabas tan… consumida por los efectos que ni siquiera te diste cuenta.
Las rodillas de Dolores se doblaron. Se derrumbó en el suelo, con las manos temblorosas. «Se acabó», susurró, con un vacío que se apoderaba de su tono. «Mi vida se ha acabado. Me han fotografiado. ¿Cómo voy a encontrar ahora un marido?».
Actualizaciones diarias desde ɴσνєʟα𝓼4ƒ𝒶𝓷.ç𝓸m actualizado
Leon sintió un nudo en el estómago al ver la desesperación de su hija, pero la rabia se impuso a la compasión. Su voz retumbó en la habitación. «¡Qué vergüenza! ¡Has deshonrado a nuestra familia! Mira a tu hermano, él no nos necesita para arreglar sus desastres. ¿Y tú? ¡Has tirado tu futuro por la borda!».
Lucille intervino con delicadeza, tratando de calmarla. «No pasa nada, Dolores. Aunque no te cases, nosotros te cuidaremos. Siempre tendrás un hogar con nosotros».
—¡NO! —chilló Dolores, poniéndose en pie de un salto como si las palabras la hubieran golpeado físicamente—. ¡Me casaré! ¡Tendré citas, encontraré un marido! ¡Me niego a pudrirme en casa como una carga indeseada!
—¡Estás loca! ¡Completamente loca! —Leon le dio una fuerte bofetada en la cara. «¿Casarte? ¿Quién se casaría contigo ahora? Si tenías tantas ganas de casarte, ¿por qué hiciste algo así?».
Dolores retrocedió tambaleándose, agarrándose la mejilla ardiente, con lágrimas corriendo por su rostro. «Es la segunda vez que me pegas… ¿Cómo has podido? ¿Cómo has podido hacerme esto?».
«¡Considera que tienes suerte de que no haya ido más lejos!», gritó Leon, con la ira palpable. «Durante los próximos días, quédate aquí y ni se te ocurra salir de esta casa».
Se volvió hacia Lucille, con expresión severa. «Y en cuanto a ti, si sigues consintiéndola así, ¡romperé toda relación con vosotras!».
Lucille, desconcertada, abrió la boca para hablar, pero no se atrevió. Sus palabras eran demasiado duras como para rebatirlas.
.
.
.