Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1718
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Capítulo 1718:
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Elyse sonrió levemente. «Te conozco demasiado bien. Y con lo mucho que has salido últimamente, no era difícil sospechar algo».
Tracy se recostó en el asiento y cerró los ojos. Su sonrisa estaba llena de tristeza, cargada de desesperación.
Había intentado con todas sus fuerzas ocultarlo, evitar que Elyse lo descubriera. Sin embargo, a pesar de todo, Elyse había descubierto la verdad.
Y ahora, la última persona a la que quería que lo supiera había visto su lado más vengativo. La vergüenza la invadió. Ya no tenía valor para enfrentarse a Elyse.
Elyse se volvió hacia el conductor y le habló en voz baja. —Llévenos al hospital.
El conductor asintió y pisó el acelerador.
Cuando llegaron, Tracy vio a Peyton de pie en el vestíbulo del hospital, rodeada por un grupo de médicos y enfermeras.
Soltó una risa burlona. —No sabía que mi visita merecía una bienvenida tan grandiosa. Tanta gente esperándome solo a mí.
Elyse mantuvo una expresión neutra. —Ve con los médicos. Tienen que hacerte otra revisión prenatal.
La voz de Tracy tenía un tono triste. —¿No vas a obligarme a deshacerme de este niño?
Elyse negó con la cabeza. —Es tu hijo. No tengo derecho a tomar esa decisión. Si quieres tenerlo, te apoyaré a ti y al bebé.
Tracy levantó la mirada y estudió el rostro de Elyse. No había expresión, ni emoción visible, pero en los ojos de Elyse, en lo más profundo, Tracy vio algo crudo: dolor, impotencia. Lo vio con toda claridad. Sin decir nada más, se dio la vuelta y siguió a los médicos al departamento de obstetricia.
Peyton se quedó atrás. Era cirujano, no obstetra, y poco podía hacer allí dentro. En cambio, se quedó al lado de Elyse, viendo cómo Tracy desaparecía por el pasillo. En voz baja, preguntó: «¿Cómo ha acabado así la vida de tu amiga?».
La mirada de Elyse se posó en la figura de Tracy, que se alejaba. Su voz era suave, distante. «Ella no eligió esto. La acorralaron, no tenía a quién recurrir».
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Quizás era el odio lo que había mantenido a Tracy con vida, navegando por un mundo lleno de peligros invisibles, donde la muerte acechaba a cada paso. Pero ahora, en tierra firme, ese odio no tenía dónde ir. Y Tracy se estaba desmoronando.
Elyse murmuró, casi para sí misma: «¿Cómo puedo culparla? Solo está haciendo lo que debe para sobrevivir».
—¿Qué? —Peyton no había oído sus palabras. Se volvió hacia ella y vio que las lágrimas le corrían por el rostro.
Sus ojos se abrieron con alarma—. ¿Por qué lloras? Tracy está viva y el bebé está sano. No es como si las cosas fueran irreparables. —Buscó a tientas en sus bolsillos un pañuelo.
Elyse se secó las lágrimas con el dorso de la mano y esbozó una débil sonrisa. —No pasa nada. A partir de ahora, estaré ahí para ella.
Una hora más tarde, Tracy regresó con el informe prenatal en la mano. Se acercó a Elyse y le dijo con sencillez: —Estás sana. El bebé también está sano.
Elyse cogió el informe y empezó a revisarlo cuando llegó Jayden.
Miró detrás de él, sorprendida al ver que estaba solo. «¿Lowell no ha venido contigo? Pensaba que estaría aquí».
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