Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1714
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Capítulo 1714:
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La expresión de Lowell se torció mientras emociones contradictorias luchaban en su interior. Esta revelación, este cruel y desconcertante giro del destino, lo dejó aturdido.
Al ver su confusión, Tracy inclinó la cabeza, con voz ligera, casi juguetona. «¿No te olvidas de algo? Todavía hay otra sorpresa. ¿No quieres descubrirla?».
Lowell se quedó momentáneamente atónito, pero su mente se aferró a la distracción. Comenzó a buscar en la sala de estar, con movimientos rígidos y pensamientos que se arremolinaban en su cabeza. Entonces, en un rincón, vio una bolsa. Un regalo envuelto con cuidado. Sus dedos se entumecieron al abrirlo. Y entonces, su mundo se tambaleó. Se le fue todo el color de la cara mientras miraba el contenido.
Un informe de ecografía. Su voz salió en un jadeo ahogado. «¿Estás… embarazada?».
Los ojos de Tracy brillaban con un deleite inconfundible. Juntó las manos y se balanceó ligeramente. «Míralo bien. Nuestro bebé está creciendo fuerte y sano».
«Aún no sé si es niño o niña, pero con nuestros recursos podemos mantener a cualquiera de los dos, ¿verdad?».
Lowell apretó con fuerza el informe mientras una tormenta de emociones se agitaba en su interior. Tragó saliva con dificultad, luchando por recuperar el aliento. Entonces, su voz se volvió fría e inflexible. —Deshazte de él.
Por primera vez, Tracy dudó. Luego, su expresión cambió: algo agudo, algo oscuro se reflejó en su rostro. Soltó una risa baja y escalofriante. —¿Deshacerme de él? Ni hablar. Eso no va a pasar. Este bebé… Este bebé es mi única ventaja».
Una nueva oleada de conmoción golpeó a Lowell. Sus manos temblaban mientras la miraba. «¿Qué?», dijo con un hilo de voz. «¿Qué quieres decir?».
Tracy ya no se molestaba en fingir. La máscara, tanto literal como figurada, hacía tiempo que había caído. Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona y su voz se llenó de veneno. —Tú y tu hermana fuisteis despiadados. Ese acantilado era traicionero, se elevaba sobre el mar embravecido y las olas estaban a punto de devorarme. Y, sin embargo, me soltaste la mano. Me dejaste caer.
Lowell se puso rígido. El recuerdo de aquel día pasó ante sus ojos, tan vívido, tan crudo, que le pareció que estaba volviendo a suceder. Durante una fracción de segundo, una sombra de dolor cruzó su rostro. Pero fue fugaz, rápidamente enterrada bajo capas de emociones endurecidas.
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Tracy se llevó una mano al abdomen, con una delicadeza sorprendente a pesar de la locura que brillaba en sus ojos. Una extraña ternura se deslizó en su voz mientras hablaba. —Pero nada de eso importa. Todos vosotros habéis intentado matarme, pero lo que no me mata me hace más fuerte. Y estoy feliz de tener este bebé.
Levantó la cabeza y sonrió—. A partir de ahora, mi bebé y yo formaremos parte de la familia Ruiz. Viviremos con todos vosotros. ¿Qué os parece?
En ese momento, Lowell lo vio claro: las acciones de Tracy no estaban motivadas por el amor, sino por un odio puro y ardiente. Ella despreciaba a su familia y no quería otra cosa que destrozar su paz.
Se frotó la cara, agotado. Quizá hoy estaba demasiado cansado. Se sentía mareado, casi aturdido. Aun así, se obligó a pensar. Tenía que tomar una decisión, no solo por él, sino también por Tracy.
Su mirada se posó en el abdomen de ella. Tras una larga pausa, finalmente habló. —Deberíamos ir al hospital y interrumpir el embarazo. Este niño no puede nacer.
La expresión de Tracy se ensombreció. Su voz era firme. —¿Por qué no? Soy tu novia. Prometiste casarte conmigo. Ahora que estoy embarazada de tu hijo, ¡lo único que queda es la boda!
Lowell sintió que ella lo estaba empujando deliberadamente al límite, atrapándolo sin escapatoria.
La tensión era sofocante, hasta que de repente sonó su teléfono.
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