Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1691
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Capítulo 1691:
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El rostro de Leon se sonrojó con ira paternal. «¿Todo para ti? ¡Ese hombre te mira como si fueras basura! ¡Incluso te ha levantado la mano! ¡Te arrastras por unas migajas de su atención y él sigue tratándote como si fueras un estorbo!».
«Papá, no digas eso», espetó Dolores con los labios temblorosos.
—¡Estoy diciendo la cruda verdad que te niegas a escuchar! —gritó Leon, haciendo retumbar la habitación con su voz.
Al notar la tormenta que se avecinaba en el rostro de Dolores, Lucille se interpuso entre ellos como una experta pacificadora. —Vamos, vamos, no nos dejemos llevar. Está enamorada de Shaun, eso es todo. Somos sus padres, deberíamos apoyarla, no destrozar sus sueños.
Respiró hondo antes de continuar—. Has mencionado que tienes un plan para que Shaun acepte a Dolores. ¿Qué tienes en mente?
Leon se movió incómodo en su asiento. «Bueno… ¿y si organizamos una situación? ¿De alguna manera juntamos a Shaun y Dolores… y luego se lo filtramos a la prensa? No tendría más remedio que reconocer su relación. Las pruebas serían irrefutables. ¿Qué te parece?
La expresión de Lucille vaciló, llena de incertidumbre. —¿Funcionaría realmente un plan así?
Dolores, sin embargo, casi saltaba de emoción. —¡Es perfecto! ¡Claro que funcionaría! —Apretó las manos de su padre, con el rostro radiante de alegría—. ¡Papá, eres brillante! ¡Qué plan tan increíble!
—En realidad es solo un último recurso —murmuró Leon, con aire algo avergonzado—. No se me ocurriría recurrir a tácticas tan deshonestas si no fuera por tu felicidad futura.
Una cálida sonrisa se dibujó en el rostro de Lucille. —Todo lo que hacemos es por Dolores. Su felicidad es lo único que importa.
Conmovida por su devoción, a Dolores se le llenaron los ojos de lágrimas. «Sé cuánto me queréis. Soy muy afortunada por ser vuestra hija».
Mientras los tres disfrutaban de ese momento de calidez familiar, Lowell permanecía inmóvil en su silla, observándolos. Una inquietante sensación se apoderó de él como una sombra. Algo no encajaba.
Ese pensamiento no le abandonaba, pero no conseguía identificar qué era, lo cual le resultaba frustrante, como intentar recordar una pesadilla al despertar.
Un temor helado se apoderó de él mientras los observaba. La revelación lo golpeó como un golpe físico: vivir con esta familia era aterrador.
Su corazón se encogió con un deseo desesperado por su novia y la seguridad de su hogar.
De repente, la mirada penetrante de Dolores se volvió hacia él, rompiendo su ensimismamiento. —Lowell —dijo, entrecerrando los ojos con aire calculador—, ¿qué opinas de la sugerencia de papá?
—No podrás llevarlo a cabo —respondió Lowell, con voz firme a pesar de su inquietud.
La expresión de Dolores se volvió afilada como una navaja. —No te he preguntado eso. Te he preguntado si crees que su plan es bueno.
—No se trata de si es bueno o malo —replicó Lowell, frunciendo el ceño—. Es completamente imposible.
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