Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1687
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Capítulo 1687:
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Tracy soltó una risa aguda y hueca. —Fue Dolores quien me empujó. —Se encontró con la mirada atónita de Shaun, con voz inquietantemente firme—. Lowell tenía otros planes: iba a enviarme fuera del país, discretamente. Pero entonces me topé con Dolores. Está completamente desquiciada. Quería matarme. Así que cuando me empujó, la agarré. Si yo iba a caer, ella iba a venir conmigo. Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios. «Pero Lowell se interpuso. Nos separó. Y yo fui la única que cayó».
Shaun abrió los labios, pero no dijo nada. Apretó los puños a los lados del cuerpo.
Había sido obra de los hermanos Ruiz.
Elyse estaba segura, llena de ira, y le había instado a que investigara. Sin embargo, ¿qué había hecho él? Nada. Ni siquiera se había molestado en investigar, ni siquiera les había preguntado.
Las manos de Shaun se cerraron en puños cuando se dio cuenta de la verdad. Ya no podía evitarla: era hora de enfrentarse a ella.
Había tratado horriblemente a Tracy. Ella le había dado toda su confianza, se había entregado por completo y, a cambio, él no le había dado ni la mitad de lo que Elyse le había dado.
La devastación en el rostro de Shaun no pasó desapercibida. Tracy suspiró exasperada y se volvió hacia Jayden. —Ya he dicho lo que tenía que decir —dijo fríamente—. Me voy. No intentes detenerme.
Los ojos de Tracy se posaron en su reloj, su paciencia se agotaba. Sabía que si se entretenía más, la llamada de Lowell sería inevitable.
Lo último que necesitaba era contestar su llamada con esos dos espinas clavadas en el costado: Jayden y Shaun. Tenía que deshacerse de ellos, y rápido.
Después de sopesar cuidadosamente sus palabras, Jayden cortó la tensión como un cuchillo. —Esta devoción por Lowell no nace del amor, ¿verdad? Estás orquestando su muerte, ¿no?
Sus palabras golpearon a Shaun como un golpe físico, haciendo que la habitación diera vueltas mientras sus ojos buscaban el rostro de Tracy, desesperado por encontrar alguna señal de negación.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Tracy. —Ser la esposa de Lowell tiene sus recompensas. ¿Por qué iba a ponerlo en peligro tramando su muerte?
—¡Cásate conmigo! —La voz de Shaun se quebró por la desesperación—. Ahora tengo las riendas de la empresa firmemente en mis manos, y la familia está unida detrás de mí. ¡Vuelve conmigo y todas mis acciones serán tuyas!
—Me temo que ese tren ya ha partido —respondió Tracy, con una voz tan fría como la escarcha invernal—. Me voy a casa. Si vuelves a cruzarte en mi camino, no te gustarán las consecuencias.
Shaun se derrumbó y la rodeó con los brazos mientras unos sollozos entrecortados sacudían su cuerpo. —No te vayas. No puedo soportar perderte otra vez. Por favor… te lo ruego, quédate.
La palma de Tracy le golpeó la mejilla con un fuerte estallido. Sin embargo, él solo se aferró más fuerte, como un hombre que se ahoga a un salvavidas.
Una risa áspera escapó de su garganta. «¿Dónde está tu dignidad? Siempre has llevado esa máscara de indiferencia fría. ¿Qué es este espectáculo lamentable? ¿Estas lágrimas? ¿No te queda nada de orgullo?».
«Nada de eso importa —articuló entre sollozos, negándose a soltarla—. Ese no era yo. Tú eres la única que conoce mi verdadero yo. Sin ti, no soy más que un caparazón vacío».
Tracy había cambiado.
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