Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1668
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Capítulo 1668:
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Cathy jadeó sorprendida, y su risa inicial se suavizó hasta convertirse en una cálida y afectuosa sonrisa. Extendió la mano para sostenerlo, abrumada por su sinceridad.
Anthony la atrajo hacia sí y la abrazó, con los ojos brillantes de emoción. En ese momento, parecían estar hechos el uno para el otro.
Justo entonces, apareció Jayden con un enorme ramo de rosas, tan grandioso que simbolizaba el amor eterno. Se acercó a Anthony y se lo entregó con una sonrisa cómplice.
Anthony abrió los ojos como platos al ver el tamaño del ramo. —¿Cuánto te has pasado de mi presupuesto? —preguntó, medio en shock, medio incrédulo.
Jayden se limitó a darle una palmada en el hombro. —Considera que es mi regalo.
Aún sin palabras, Anthony cogió el enorme ramo y se volvió rápidamente hacia Cathy, entregándoselo con una sonrisa radiante. —Cariño, estas son las rosas que te he comprado. Espero que te gusten.
Cathy, conmovida por el gesto, se echó a reír ante tal extravagancia. Sacudiendo la cabeza, dijo con una sonrisa juguetona: «Gracias, pero… no creo que pueda llevarlas todas».
Anthony dijo: «Yo llevaré el ramo».
Cambió de postura y liberó una mano para coger la de Cathy. Juntos, se dirigieron hacia el restaurante.
Elyse y Jayden, tras terminar su tarea, decidieron acompañarlos para asegurarse de que todo saliera bien.
Elyse abrió mucho los ojos al ver el restaurante cubierto de rosas. «Nunca había visto tantas rosas».
«¿Has pagado tú todo esto?», preguntó incrédula.
Jayden sonrió. «Sí, he comprado casi todas las rosas de la ciudad para ayudar a Anthony».
Tras una breve pausa, Elyse dijo: «Pero solo es el cumpleaños de Cathy, no una propuesta de matrimonio».
Jayden, inusualmente pensativo, se encogió de hombros. «Anthony te lo explicará».
Elyse se rió detrás de su mano. «Te has pasado, ¿verdad?».
El tono de Jayden se volvió serio. «Tengo mis razones».
Elyse frunció el ceño, confundida, y luego notó una leve sonrisa en su rostro.
—¿Qué te hace tanta gracia? —preguntó ella.
—Nada —respondió él con una sonrisa burlona, revolviéndole el pelo—. Vamos. Se merecen un poco de intimidad.
Elyse asintió enérgicamente y lo siguió por la puerta.
Su vuelo de vuelta estaba programado para la 1 de la madrugada. Tenían justo el tiempo necesario para comer algo decente y despedirse antes de dirigirse al aeropuerto.
Después de atar algunos cabos sueltos, estaban a punto de marcharse cuando Anthony, sin aliento por haber corrido, los alcanzó.
—¿Ya se van? —preguntó jadeando—. ¿No pueden quedarse unos días más?
Elyse esbozó una sonrisa nostálgica. —Tenemos cosas que hacer en casa. Lo siento, pero tenemos que volver primero.
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