Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1658
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Capítulo 1658:
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Anthony asintió con los hombros temblando. «Son lágrimas de felicidad, te lo prometo. No de tristeza».
Aunque las lágrimas amenazaban con brotar de sus propios ojos, Elyse encontró consuelo al ver a Cathy consolar a Anthony con tanta ternura. La imagen de Anthony, que solía ser un pilar de fortaleza, encontrando a alguien que podía ver más allá de su fachada estoica y comprenderlo de verdad, tocó algo profundo en su alma. Mientras observaba cómo se desarrollaba ese tierno momento, sintió que su propia melancolía comenzaba a disiparse, como la niebla matinal.
Volviéndose hacia Jayden, le dijo en voz baja: «Me alegra el corazón ver un amor tan profundo entre ellos. Su conexión es preciosa».
Una sonrisa afectuosa se dibujó en sus labios mientras le revolvía el pelo con delicadeza. «Su alegría tiene la capacidad de iluminar a todos los que les rodean, ¿verdad?».
«¿Acaso nosotros somos diferentes?», bromeó Elyse con un toque de picardía.
La suave risa de Jayden llenó el aire. «Desde luego que no. Aunque, si no me falla la memoria, hace unos minutos amenazabas con echarme del coche».
«Y tú entendiste cada palabra», replicó Elyse con un exagerado gesto de incredulidad, decidiendo dejar el tema en calmas.
Bajo la reconfortante presencia de Cathy, Anthony se fue recuperando poco a poco. Aceptó el pañuelo que ella le ofrecía con una sonrisa de agradecimiento y se secó los ojos antes de hablar con timidez. —Siento haberme derrumbado así. Ver a todos a salvo me ha… abrumado.
Jayden le dio una palmada en el hombro a Anthony. —No tienes por qué disculparte, amigo. ¿Qué tal si lo celebramos con una cena y unas copas esta noche?
Los ojos de Anthony se iluminaron con esperanza al mirar a Cathy, acompañados de un nervioso carraspeo.
Cathy lo miró con severidad, sin poder ocultar del todo su afecto.
—Solo esta vez. Pero no abuses de tu suerte.
—¿Ah, sí? —Elyse sintió curiosidad—. ¿Anthony tiene prohibido beber?
—Su último chequeo médico ha dado algunos resultados preocupantes —explicó Cathy, con un tono protector en la voz—. Desde entonces, tengo que vigilar de cerca su consumo de alcohol.
Elyse asimiló la información con un gesto pensativo antes de dirigir su mirada inquisitiva hacia Jayden.
—¿Por qué me miras así? —protestó Jayden, enderezándose a la defensiva—. Soy la viva imagen de la salud, para que lo sepas.
Sin dudarlo, Elyse adoptó un tono severo. —En cuanto lleguemos a casa, vas a pedir cita con el médico.
—Vamos, ¿dónde está tu confianza en mí? —protestó Jayden, señalándose a sí mismo—. ¿No has visto la energía que tengo últimamente? —Antes de que pudiera continuar con su defensa, Elyse le tapó la boca con la mano.
—Ahórrate el aliento. Si vas a ser terco con esto, ¡que así sea!
Jayden no pudo evitar soltar una risita divertida, sabiendo muy bien que ella tenía la sartén por el mango.
Tras recuperar la compostura, la expresión de Anthony se suavizó. —Ya estoy bien, de verdad. Pero ¿qué os trae por aquí hoy?
En respuesta, Jayden colocó un estuche de violín sobre la encimera con movimientos cuidadosos. Al abrirlo, la tapa reveló un violín antiguo cubierto por una capa de polvo.
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