Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1655
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Capítulo 1655:
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El rostro de Elyse se sonrojó al recordar los momentos anteriores. Arrugó la nariz, visiblemente nerviosa. «No, gracias. Puedo arreglármelas sola».
La sonrisa de Jayden se volvió burlona. «¿Seguro? Sin mí, podrías dejarte algún sitio».
Antes de que ella pudiera responder, sus manos se deslizaron suavemente hasta su cintura, y el contacto hizo que un rubor se extendiera hasta la punta de sus orejas.
Las mejillas de Elyse se tiñeron de un delicado tono rosado. «Has estado… cachondo desde anoche», murmuró, con un tono acusador en sus palabras. «¿Y ahora quieres más?».
«Soy un hombre adulto», respondió Jayden, con una sonrisa de confianza en los labios. «Es natural sentirse así».
Mientras hablaba, su ropa interior ya había sido desechada y yacía olvidada en el suelo.
Elyse jadeó suavemente, con una voz apenas audible. «Pero… ¿y yo? No sé si podré hacerlo».
Él arqueó una ceja, con un brillo travieso en los ojos. «¿Cómo puedes saber si no puedes soportarlo si ni siquiera lo has intentado? Y además…».
Se inclinó hacia ella, presionando suavemente su cuerpo contra el de ella. Su aliento le calentó la oreja mientras le susurraba: «Dos dedos y ya estás así. ¿No decías que no podías soportarlo?».
Su tacto le provocó un escalofrío que le recorrió la espalda, arrancándole un débil gemido de los labios. «No lo sé», admitió, con los pensamientos dispersos. «Tengo las piernas muy cansadas de tanto caminar hoy. ¿Podríamos… no hacerlo esta noche? Necesito descansar».
Jayden le mordisqueó juguetonamente la oreja, con una voz grave y ronca. «Incluso con esas piernas cansadas, tu cuerpo dice otra cosa. Tengo el deber de satisfacer esas necesidades primero. Solo entonces podremos preocuparnos por tus pobres piernas cansadas».
Elyse reconoció la determinación en su mirada, la firmeza en su tono: sus excusas habían llegado al límite. No iba a dejarla escapar tan fácilmente.
Con un movimiento rápido, le quitó la ropa, dejándola delicadamente sentada en su regazo.
Su proximidad, el calor que irradiaba, le provocó una ola de vértigo, sus sentidos se vieron abrumados.
Finalmente, su resistencia se derrumbó. «Por favor», gimió, con la voz cargada de deseo y rendición mientras se inclinaba hacia él. «Solo… solo entra en mí. No puedo… no puedo aguantar más».
Jayden le apartó un mechón de pelo de la cara con un roce tan ligero como una pluma. «¿Dónde está», susurró, clavando los ojos en los de ella, «que no puedes más? Dímelo».
Elyse se mordió el labio y se sonrojó aún más. «Mi… mi…», balbuyeó, con las palabras atascadas en la garganta. «Mi… ya lo sabes».
La mirada de Jayden se suavizó. «¿Qué pasa, cariño?», murmuró, trazando una delicada línea con los dedos por su piel. «Todo parece estar perfectamente bien… y muy excitado». Su tacto era suave, una caricia ligera como una pluma.
Las mejillas de Elyse se sonrojaron intensamente mientras susurraba, con una voz apenas audible. «Yo… te necesito dentro de mí», exhaló, con un tono de desesperación. «Me siento tan… vacía».
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