Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1646
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Capítulo 1646:
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«No hay muchas opciones», coincidió Jayden. «La ciudad lleva días colapsada».
Se quedaron en silencio, esperando una oportunidad para atravesar el caos.
Mientras se preparaban para cruzar, Elyse se asomó por la ventanilla del coche y vio a los manifestantes enfrentándose a la policía en primera línea.
Para su sorpresa, divisó a un grupo de jóvenes músicos entre la multitud. A pesar de su aspecto juvenil, sus ojos brillaban con una convicción inquebrantable.
—¿En qué estarán pensando? —susurró Elyse, observando con incredulidad cómo esos jóvenes intérpretes se enfrentaban a los agentes armados.
«No son solo manifestantes», explicó Jayden, con voz llena de admiración. «Estas jóvenes almas, inspiradas por tu valentía, han encontrado su propia sinfonía de resistencia».
Elyse susurró, desconcertada: «Pero un violín… no es precisamente un arma».
«Esa es precisamente la cuestión». Los ojos de Jayden se suavizaron. «Empuñan melodías en lugar de malicia. ¿Recuerdas cuando te subiste a esas ruinas? El sonido de tu violín atravesó los cielos y conmovió corazones en todo el mundo».
Absorta en sus pensamientos sobre el gran impacto de su música, Elyse se distrajo al ver un rostro familiar.
«¡Geraldine!», exclamó apresuradamente mientras bajaba la ventanilla.
La joven violinista se giró al oírla, apretando el instrumento contra su pecho.
Al ver a Elyse, se acercó corriendo, con el rostro marcado por la preocupación. —¡Me enteré de que estabas en el hospital! ¿Estás bien? Quería ir a verte, pero…
—No te preocupes por mí. Estoy bien —le aseguró Elyse con una sonrisa amable—. ¿Qué te trae por aquí?
—Mi violín expresa lo que las palabras no pueden —respondió Geraldine, apretando con fuerza su instrumento.
—Pero las consecuencias… —comenzó Elyse, con voz llena de preocupación.
La expresión de Geraldine se endureció con determinación. —Como ciudadana de Virelia, no puedo quedarme de brazos cruzados mientras reina la incompetencia. Sea cual sea el castigo que me espere, mi conciencia me obliga a tomar esta postura.
A Elyse se le llenaron los ojos de lágrimas. —No puedo soportar la idea de que te pase algo.
—Mi camino está elegido —declaró Geraldine, inquebrantable—. Aunque me encarcelen, no me arrepentiré. Esta es mi vocación.
Abrumada por la emoción, Elyse solo pudo agarrar con fuerza la mano de Geraldine, como si intentara anclar a su amiga en un lugar seguro.
Al darse cuenta de la angustia de Elyse, Geraldine esbozó una sonrisa tranquilizadora. —Las cosas quizá no sean tan malas como parecen.
—Eres más que una rival, eres alguien a quien respeto profundamente —confesó Elyse—. Sueño con volver a competir contra ti.
—Nuestros caminos se volverán a cruzar —prometió Geraldine con calidez. Su sonrisa se iluminó al añadir—: Tu actuación aquel día fue inolvidable. ¿La competición de la Copa Cisne contra ti? Fue una gran experiencia para mí».
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