Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1638
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Capítulo 1638:
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El pecho de Esteban se tensó por la ira y apretó los puños a los lados. —Rebecca, ¿eres humana?
Sin decir palabra, Rebecca le clavó la pistola en la espalda, con una sonrisa afilada, tan mortal como la mordedura de una víbora. —Menos charla. Harás lo que yo te diga. Si te ordenara morir ahora mismo, morirías.
Esteban exhaló bruscamente, con los puños aún apretados por la rabia impotente, y comenzó a caminar hacia el escenario. Elyse ya se había percatado de su acercamiento.
Vio la tensión rígida en la postura de Esteban, pero tras una mirada fugaz, volvió a centrar su atención en el violín, cuyo arco bailaba con gracia experta sobre las cuerdas.
—¡La ronde des lutins! —gritó, y la orquesta, que acababa de terminar la pieza anterior, se sumergió en las notas frenéticas y caóticas de La ronde des lutins, de Bazzini.
Rebecca, ignorada y llena de furia, hervía ante la indiferencia de Elyse.
Con un sordo silbido, volvió a meter la pistola bajo la falda y murmuró entre dientes: «¿Por qué sigues dirigiéndolos en esta actuación? ¿No ves lo peligroso que es?».
Elyse no mostró ninguna reacción ante la interrupción, y su arco siguió deslizándose sin esfuerzo por las cuerdas.
La orquesta siguió sincronizada, y la música siguió sonando sin interrupción.
Rebecca sintió un nudo en el pecho al ver que sus palabras no obtenían respuesta. Luchó por contener la ira que la invadía. «¡Para! ¡Para ahora mismo! Estás empeorando las cosas. ¿No lo ves?».
Elyse oyó cada palabra, pero su arco no vaciló.
A medida que la pieza alcanzaba su crescendo, Rebecca perdía el control. Su frustración estalló.
—¡Elyse! —gritó, con la voz ronca por la furia—. ¿Cómo te atreves a ignorarme? ¡Esto es ilegal!
Las últimas notas de La ronde des lutins se desvanecieron en el tenso silencio que dejó el estallido de Rebecca.
Esta vez, Elyse bajó el violín. Se adelantó hasta el borde del escenario, con la mirada fija en Rebecca.
—Rebecca Dyson —declaró, con voz que resonó en la sala—, la verdadera culpable eres tú. Abandonaste a tu pueblo. ¡Esto es culpa tuya!
Rebecca soltó una risa aguda y amarga. —¿En mí? El ejército de Manfek bombardeó nuestra tierra. Ni siquiera sabemos cuándo llegará el próximo ataque. ¿Y tú, Elyse? —Su voz rezumaba acusación—. Eres la enviada de Manfek aquí para este supuesto concierto por la paz. El gobierno al que representas rompió el tratado. ¡Tú eres la responsable!
Elyse levantó el micrófono con tono firme. «Tú me trajiste a Virelia para este concierto por la paz, no Manfek. Y ahora intentas echarme la culpa. ¿Cuáles son tus intenciones?».
Rebecca soltó una risa aguda y desdeñosa. «¿Yo? ¿Invitarte? ¿Por qué iba a hacerlo? Aquí tenemos muchos músicos con talento. ¿Qué motivo tendría para nombrarte concertista?».
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