Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1636
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Capítulo 1636:
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Rebecca se detuvo, con irritación en los ojos. —Creía que sí. Si tienes algo más que decir, tendrá que esperar. Tengo cosas que hacer.
La expresión de Esteban no cambió. —¿Qué cosas?
Rebecca miró hacia el escenario. —Elyse, la supuesta enviada de paz de Manfek. —Su voz estaba llena de desdén—. Pensaba que había venido aquí para fomentar la armonía, pero su música se ha convertido en un grito de guerra. Tengo que detenerla y llevarla ante la corte internacional. El mundo escuchará su confesión.
Esteban perdió la compostura. —Deja de desviar la atención. Tienes que asumir la responsabilidad de tus propios actos.
Rebecca se pasó la lengua por los labios, y un destello de inquietud la delató. —¿De qué estás hablando? ¿Qué acciones?
—Esteban frunció el ceño y la miró con dureza—. ¿De verdad no lo sabes? — soltó una risa amarga—. Querías romper el tratado de paz desde el principio. Este ataque… lo has orquestado tú, ¿verdad?
Sacrificaste a nuestra propia gente solo para culpar a Manfek. Pero ellos no se quedarán de brazos cruzados. Tomarán represalias. Y cuando lo hagan, tu guerra, la que has estado esperando, comenzará».
Rebecca no respondió de inmediato. En cambio, estudió a Esteban, con una mirada mesurada y penetrante.
Por primera vez en años, sintió que realmente veía a su hermano, a quien siempre había pasado por alto.
Cuando finalmente habló, su voz era como una espada bañada en hielo. —Esteban, ¿te estás escuchando? Me estás acusando de traición, de masacrar a mi propio pueblo. ¿Qué motivo podría tener para iniciar una guerra con Manfek? No soy imprudente. No soy tonta. —Se acercó, con tono tranquilo pero firme—. Y, como mi hermano, deberías saberlo.
Esteban exhaló, con expresión indescifrable. Luego, con tranquila convicción, dijo: «Es precisamente porque te conozco que veo exactamente lo que estás haciendo. Y te prometo que no dejaré que lo consigas».
Rebecca negó con la cabeza con un suspiro suave y resignado. —Esteban, sinceramente, ¿de dónde sacas eso? ¿De verdad crees que traicionaría a mi propio pueblo? Como futura reina, nunca iniciaría una guerra.
Señaló los aviones de combate que volaban sobre ellos, con la tensión de la acción inminente palpable. —Mira la insignia de esos aviones. Es la marca del enemigo. ¡Es una clara provocación de Manfek!
La voz de Esteban resonó en un gruñido áspero. —¡Deja de intentar manipularme! ¡Creerte sería el mayor error de mi vida!
Sacó una daga de su cinturón y la apuntó directamente hacia ella. —¡Detén esta matanza o no puedo prometerte la seguridad!
Rebecca apenas miró la daga, con la mirada fija en él, con una calma gélida.
Un espeso silencio los envolvió, solo roto por los gritos torturados de la gente que los rodeaba.
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