Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1631
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Capítulo 1631:
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Decidida, intentó retroceder hacia el escenario. Entonces, otra explosión. El impacto envió una onda expansiva por todo el recinto. Parte del escenario se derrumbó en un instante.
Elyse fue lanzada al suelo. El dolor se extendió por todo su cuerpo mientras el polvo y el humo nublaban su visión. La cabeza le daba vueltas y estaba a punto de perder el conocimiento. En algún lugar a lo lejos, podía oír los gritos desesperados de los que estaban atrapados dentro. Su mente le gritaba que se moviera.
Tenía que hacer algo. Tenía que luchar y liberarse del control de Rebecca.
—¡Que alguien me ayude! ¡Mi profesora está sangrando!
Elyse, atraída por el grito desesperado, se volvió y vio a Luna arrodillada junto a Ronan Gray, el coordinador, sosteniéndolo con su frágil cuerpo. La sangre se acumulaba debajo de él, oscura e implacable.
Luna se acurrucó sobre él, su cuerpo un frágil escudo contra la multitud que se cerraba a su alrededor. Su rostro, manchado de suciedad y surcado por lágrimas, era apenas reconocible, como si el caos hubiera borrado su juventud en un instante.
Solo diez minutos antes, estaba radiante, preparada para su primera gran actuación, envuelta en un elegante vestido que brillaba bajo las luces.
Ronan también iba vestido a la perfección, con un traje impecable, y supervisaba con precisión cada detalle de la actuación, con la mirada fija en la calma que precede a la tormenta.
Hace solo unos instantes, todos estaban llenos de vida, vibrantes, rebosantes de expectación. Ahora no eran más que pedazos rotos esparcidos por el suelo, una escena de pesadilla llena de muertos y moribundos.
Un dolor agudo latía en el cráneo de Elyse. Eran la gente de Rebecca, personas llenas de esperanza, de propósito. Y ahora habían sido abandonados por ella, dejados desangrándose en el frío suelo. ¿Por qué Rebecca se había marchado sin más, sin importarle nada?
Con un gemido, Elyse se puso en pie, con el cuerpo protestando con cada movimiento. Estaba cubierta de polvo, con los brazos arañados y magullados por haber sido lanzada por los aires por la brutal fuerza de la explosión que había arrasado la zona.
Se presionó la frente con la mano, mientras el vertiginoso giro del mundo hacía que todo se difuminara y se balanceara a su alrededor.
«¡Papá! ¡Aguanta, viene la ambulancia!».
«Dios, ¡por favor, salva a mi hija! ¡Solo tiene doce años!».
«¡Oh, Dios! ¿Me estoy muriendo? ¡Tengo la pierna rota!».
El aire estaba cargado de angustia, lleno de los gritos desesperados de la gente abandonada de Rebecca.
Elyse apretó la mandíbula, con el dolor oprimiéndole el pecho como un peso enorme.
Este no era el plan que Esteban había trazado en el hotel. Esto no debía haber pasado.
Una ola de dolor y furia golpeó a Elyse mientras miraba los rostros sufridos y desconcertados que la rodeaban.
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