Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1568
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Capítulo 1568:
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Pero Rickey ya no estaba. Si hubiera vivido, el camino de Elyse podría haber sido más fácil.
La mirada de Jayden se desvió hacia el bosque, preguntándose qué tormenta de emociones se estaba gestando en el corazón de Elyse. ¿Qué camino elegiría?
En lo profundo del bosque, Elyse encontró un banco solitario. Al sentarse en él, un suspiro de cansancio escapó de sus labios. Echó la cabeza hacia atrás y observó cómo las ramas se mecían suavemente con la brisa, mientras la silenciosa canción de cuna de la naturaleza llamaba a su alma cansada.
El agotamiento la invadió como una suave marea y, en poco tiempo, el sueño se apoderó de su conciencia.
Sus sueños la transportaron una vez más a ese familiar vacío de oscuridad. Esta vez era diferente: no estaba perdida ni asustada. Tras dos décadas de silencio, las palabras que había mantenido encerradas finalmente encontraron su voz.
—Papá… —Su susurro resonó en el vacío y, en respuesta, una suave luminiscencia floreció ante ella. La luz se fusionó lentamente, tomando la silueta inconfundible de una forma humana.
La figura fantasmal irradiaba calidez y los ojos de Elyse se llenaron de lágrimas, cuyo enrojecimiento delataba décadas de dolor enterrado.
—Papá —volvió a llamar, con la voz quebrada por el peso de las emociones reprimidas.
La figura luminosa se erigió ante ella y, de algún modo, pudo sentir la tierna sonrisa que emanaba.
—Papá…
Las paredes que Elyse había construido a lo largo de los años se derrumbaron en un instante. Cada fibra de su ser ansiaba lanzarse a los brazos de su padre. Todos esos años de soledad habían excavado profundos surcos en su alma. Su camino había sido una lucha constante cuesta arriba, cada paso más pesado que el anterior.
Sabía que no tenía padres, por lo que no podía permitirse el lujo de bajar la guardia ni confiar en nadie más. Cada paso, cada decisión había sido solo suya.
Pero ahora, de pie ante esa luz etérea, todo había cambiado. Su padre estaba allí, aunque solo fuera como una forma luminosa en un sueño, ella era, en ese precioso momento, una hija con un padre una vez más.
Una avalancha de emociones amenazaba con abrumarla. Anhelaba compartirlo todo: sus triunfos profesionales, el amargo dolor de las maquinaciones de Glenda y Lanny, y el inesperado regalo de haber encontrado el amor con Jayden. Veinte años de palabras no pronunciadas ardían en su garganta, desesperadas por ser escuchadas.
Cuando se precipitó hacia adelante, esperaba no agarrar nada más que aire, recordando cómo sus manos habían atravesado la luz en sueños pasados.
Pero esta vez fue diferente. Su padre la atrapó.
Al levantar la vista, no pudo distinguir sus rasgos a través del resplandor, pero sintió su sonrisa envolviéndola, su mirada sosteniéndola con esa ternura paterna única que había dejado una huella indeleble en su alma.
Aunque su corazón dolía por los años de dolor acumulado, optó por el silencio, saboreando ese precioso momento de calidez que le había sido negado durante tanto tiempo.
Después de lo que pareció una eternidad y un latido, levantó la cara y pronunció la pregunta que había estado consumiendo sus pensamientos. —Papá, ¿qué camino debo elegir?
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