Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1553
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Capítulo 1553:
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Siguiendo a Edward, se deslizó en el coche. El trayecto de veinte minutos los llevó a un destino inesperado: el Auditorio Nacional.
La grandiosidad del auditorio dejó a Elyse paralizada, sin atreverse apenas a respirar.
Edward se percató de su postura rígida y una pizca de diversión se dibujó en su rostro. —¿De verdad estás tan nerviosa? Has cambiado de expresión.
—¿No debería estar nerviosa? —replicó Elyse, volviéndose hacia Jayden—. ¿Tú no estás nervioso?
Jayden, completamente relajado, tenía las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Al oír la pregunta de Elyse, respondió con indiferencia: —¿Qué hay para estar nervioso?
Elyse se mostró escéptica. —¿Estás bromeando, verdad? Estamos en el Auditorio Nacional. ¡Aquí hay gente importante!
—preguntó con ansiedad—. No tendré que tocar el violín para todos estos peces gordos, ¿verdad?
Edward hizo un gesto con la mano para restarle importancia. —Estás exagerando. Solo es una cena con los peces gordos que has mencionado.
La habitación dio un pequeño giro mientras Elyse se preguntaba cómo había terminado cenando con gente tan distinguida.
Desesperada, preguntó: «¿Hay alguna forma de que pueda librarme?».
Edward se rió entre dientes. «Ni lo sueñes».
Elyse se sintió impotente.
En su confusión momentánea, un rayo de esperanza se encendió cuando Elyse recordó que Louise aún podía salvarla de esta situación. Sus dedos volaron por la pantalla de su teléfono, solo para que Louise destrozara sus últimas esperanzas de escapar.
Al leer la ansiedad grabada en el rostro de Elyse, Jayden se inclinó hacia ella con un gesto tranquilizador. —No es más que una cena. Estas personas no conocen tu historia. Solo tienes que cautivarlos con tu encanto natural.
—Nunca he estado en un lugar tan lujoso —murmuró Elyse, encogiendo los hombros—. Todo esto me pone nerviosa.
Jayden la rodeó con el brazo de forma protectora. —No te preocupes, estaré a tu lado todo el tiempo.
Edward captó ese gesto íntimo, y su corazón se encogió mientras sus ojos se oscurecían ligeramente. Fingiendo indiferencia, apoyó la barbilla en la mano y miró por la ventana.
Su dolor era solo suyo, no necesitaba expresarlo ni tener testigos. Lo soportaba en silencio.
Salieron del coche y entraron en el Auditorio Nacional.
En el interior, dignatarios de ambas naciones se mezclaban, rodeados de guardaespaldas y personal atento.
Elyse se aferró al brazo de Jayden, sintiéndose desesperadamente fuera de lugar mientras sus ojos recorrían el gran espacio.
Jayden se percató de sus movimientos nerviosos y sonrió. —¿Por qué esa expresión sospechosa? No es muy digna.
Elyse golpeó juguetonamente a Jayden y replicó enfadada: —¡Soy absolutamente digna!
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