Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1514
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Capítulo 1514:
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La voz de Shaun se quebró por la histeria mientras señalaba con un dedo acusador a los padres de Dolores. «¡Están intentando secuestrarme! ¡Llamen a la policía y arresten a estos hombres!».
La incredulidad se reflejó en el rostro de Elyse cuando se volvió hacia Dolores. —¿Así que cuando no pudiste tenerlo, recurriste al secuestro? ¿No crees que es un poco extremo?
—Lo has entendido todo mal —espetó Lucille Ruiz, la madre de Dolores, perdiendo finalmente la paciencia—. No estamos aquí para secuestrar a nadie. Estamos aquí para que él afronte sus responsabilidades.
La confusión nubló el rostro de Elyse. —¿Responsabilidades por qué?
Los ojos de Lucille se posaron en Dolores, y un destello de incertidumbre cruzó su rostro antes de que su expresión se endureciera como el acero. Declaró: —Se acostó con mi hija. Tiene que casarse con ella.
La revelación cayó como un rayo, dejando a Elyse paralizada en un silencio atónito.
Shaun estaba igualmente paralizado, con la boca abierta.
El silencio se prolongó, pesado y denso. La voz de Lucille, aguda y fría, lo rompió. —¿Qué se supone que significa esto? No me digas que vas a negarlo.
Elyse recuperó lentamente la compostura y dirigió la mirada hacia Shaun, que parecía aún más conmocionado que ella.
Finalmente, algo se rompió en Shaun. Señaló con un dedo tembloroso a Dolores, con el rostro desencajado por la furia. —¡Estás completamente loca! —gritó—. ¿Cuándo terminará este acoso? ¡Soy un hombre comprometido!
«¡Por el amor de Dios! ¿Afirmar que nos acostamos juntos? ¡Has perdido completamente la cabeza!». Con venenoso desprecio, añadió: «¡Eres tan repulsiva que no te miraría dos veces!».
Un destello de dolor crudo cruzó el rostro de Dolores, del tipo que solo se siente cuando se exponen las inseguridades más profundas. En su mundo protegido y privilegiado, palabras tan duras eran territorio desconocido.
Elyse intervino: «Sra. Ruiz, está haciendo acusaciones muy graves. ¿Dónde están sus pruebas?».
«¿Pruebas?», gritó Lucille con furia maternal. «¡Le han quitado la virtud a mi hija! ¿Qué más pruebas necesita? Deje de intentar intimidarnos. ¡Dolores es la víctima en esta pesadilla!».
Elyse respiró hondo. Shaun, malinterpretando su pausa como incertidumbre, la agarró del brazo con desesperación. «¡No les dejes engañar! ¡No la tocaría ni aunque mi vida dependiera de ello! ¡No es más que otra mujer desesperada que intenta atrapar a un hombre para casarse!».
Volviéndose hacia Dolores con precisión quirúrgica, Elyse insistió: «Si lo que dices es cierto, debe haber detalles. ¿Cuándo ocurrió? ¿Dónde? ¿Un recibo de hotel, imágenes de seguridad, algo concreto? No puede ser que te viera por la calle y te agrediera allí mismo, ¿verdad?».
«¿Estás loca?», chilló Dolores. «¡Me robó mi virginidad! ¿Esperas que recuerde cada pequeño detalle de mi trauma?».
Los labios de Elyse se curvaron en una sonrisa de complicidad. —No recuerdas ni un solo detalle, pero ¿estás absolutamente segura de su participación? Empiezo a sospechar que ese accidente de coche te dejó más que cicatrices físicas. Sin una sola prueba, solo hay una explicación racional: ¡tuviste un encuentro con otra persona, sufriste un traumatismo craneal en ese accidente y ahora tu mente confusa se ha obsesionado con Shaun como culpable!
Las palabras de Elyse eran una obra maestra de acusación sutil, sugiriendo delicadamente que Dolores había entregado su virtud a otra persona antes de decidir enredar a Shaun en su red de engaños.
Pero Dolores, envuelta en su caparazón de superioridad moral, no captó en absoluto la insinuación ingeniosa. Se aferró a la exigencia superficial de pruebas como una mujer que se ahoga y se aferra a un clavo ardiendo.