Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1504
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Capítulo 1504:
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Pearce gimió, levantando las manos con exasperación. «¡Contrólate! El amor es como un rayo: raro e impredecible. No desperdicies tu vida persiguiendo algo tan fugaz».
Elyse se sentó en el coche y empezó a buscar en su lista de reproducción hasta que encontró una melodía que se ajustaba a su estado de ánimo, tarareando suavemente mientras empezaba a jugar con su teléfono.
Al volante, Jayden miró hacia atrás y captó su alegre estado de ánimo. Con una sonrisa burlona, preguntó: «¿De verdad me quieres tanto?».
Elyse levantó la vista y arqueó las cejas. «¿Eh?».
—Dijiste que me querías tanto que te perdiste a ti mismo. ¿Era verdad? Jayden se aclaró, con la voz teñida de orgullo.
Sin perder el ritmo, ella asintió. —Por supuesto. Lo dije en serio. ¿Por qué lo preguntas?
Una sonrisa de satisfacción se extendió por su rostro. —¡Ja! Lo sabía. Estás loco por mí.
La risa de Elyse brotó ante su expresión. «¿Te sientes un poco engreído, eh? Mi amor te está haciendo hincharte como un gallo».
«¡Por supuesto!», respondió Jayden, con un tono rebosante de bravuconería. «Todo hombre sueña con ese tipo de devoción. Es como llevar una medalla de honor. Lo entiendes, ¿verdad?».
Elyse negó con la cabeza, sonriendo. «Ni un poco».
Jayden respondió, sacudiendo la cabeza con orgullo: «Explicártelo sería como intentar enseñar a un pez a escalar. No vale la pena el esfuerzo».
Elyse ladeó la cabeza, con la curiosidad brillando en sus ojos. «Muy bien, Sr. Orgulloso. Si mi amor es una medalla de honor, ¿cuál es tu amor por mí, entonces?».
Jayden arqueó una ceja. «¿Qué crees que debería ser?».
—Es mi fuente de confianza —dijo Elyse, con una sonrisa suave y cálida, y una mirada centelleante como el cielo nocturno.
Jayden frunció los labios, intentando sin éxito ocultar la sonrisa que se extendía por su rostro.
—Estás más dulce de lo habitual —dijo, con un tono juguetón pero mezclado con su habitual arrogancia—. Cuando lleguemos a casa, te mimaré como es debido.
Su expresión cambió, su diversión dio paso a la exasperación. «Oh, no, otra vez no. Tengo ensayo de violín esta noche, y no vas a interrumpirme».
Jayden se inclinó hacia ella con una sonrisa pícara. —Vale, vale. Cuando termines de practicar, entonces.
Elyse le dio un ligero golpe en el brazo. —¿No puedes bajar el tono por una vez? De verdad, eres como un perro con un hueso.
—Es difícil resistirse, nena —dijo Jayden con voz baja y burlona—. No querrías que sufriera, ¿verdad?
Elyse resopló, con las mejillas teñidas de rosa. —¡Me agotas cada vez! No eres precisamente amable, ¿sabes? Ya estoy harta.
Jayden frunció el ceño y se acercó, con un tono de repente serio. —¿Por qué fingir? Siempre parece que te diviertes. Si no te hiciera feliz, ¿por qué me molestaría?
Elyse lo fulminó con la mirada, completamente nerviosa, antes de cerrar la boca de golpe. Por mucho que Jayden se burlara de ella después de eso, se negó a decir otra palabra.
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