Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1501
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Capítulo 1501:
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Su respuesta llegó con una sonrisa sardónica que no llegó a sus ojos. «Oh, absolutamente devastado. Mejor que me lluevan con simpatía, o podría derrumbarme aquí mismo».
La autocrítica en su tono hizo su magia, disipando la incomodidad mientras la conversación se reavivaba gradualmente a su alrededor.
Unos veinte minutos después, la puerta se abrió de golpe con tanta fuerza que los vasos tintinearon. Todas las cabezas de la sala se giraron hacia la repentina intrusión.
El grito de sorpresa de Elyse se quedó atascado en su garganta cuando reconoció la figura de Jayden en la puerta.
Su pulido exterior habitual había desaparecido: el hombre que tenía ante sí era muy diferente del impecable hombre de negocios que ella conocía. Su traje de diseño colgaba torcido, con manchas oscuras de sudor que manchaban la tela. Parecía como si hubiera atravesado una tormenta, con el pecho agitado y los ojos enloquecidos con una intensidad casi febril.
La voz de Pearce se quebró en el aire cuando se puso de pie de un salto. «No os invité. ¿Qué diablos crees que estás haciendo aquí?
Pero Jayden estaba ciego a todo excepto a Elyse. En tres desesperados pasos, cruzó la habitación y la estrechó en sus brazos, con un abrazo feroz y protector. Su voz se quebró por la emoción al suplicar: «¿Quién está tratando de robárteme? ¡Por favor, explícamelo! Si estás con otra persona, ¿qué será de nosotros?».
Elyse se quedó paralizada en sus brazos, con la mente dando vueltas. ¿Quién diablos le había contado eso a Jayden?
Sus ojos se dirigieron a Chloe, que permanecía en un deliberado silencio.
Bajo la mirada inquisitiva de Elyse, Chloe finalmente levantó la vista con una mueca de disculpa. «Ah… un pequeño malentendido. Puede que haya… sacado conclusiones precipitadas sobre que tú habías dejado a Jayden y, bueno, se lo conté. Aunque nunca esperé que realmente irrumpiera aquí».
La expresión de Pearce se volvió amarga. «Jayden, a veces me desconciertas de verdad».
Jayden lo fulminó con la mirada. «Los hombres solteros no lo entenderíais. No os metáis en nuestros asuntos». Su mano encontró la de Elyse, entrelazando los dedos posesivamente mientras se giraba hacia la puerta.
Elyse vaciló, sus ojos recorrieron la habitación. No se trataba solo de conocidos casuales de Pearce, sino de figuras influyentes en su círculo social, personas cuya buena voluntad no podía permitirse desperdiciar.
—Ya que has hecho una entrada tan dramática —dijo ella, suavizando el momento con una sonrisa amable—, ¿por qué no te quedas y conoces a los amigos de Pearce?
Jayden frunció el ceño aún más, su reticencia era evidente. Lo último que quería era pasar la noche con esa gente, pero una mirada a la expresión esperanzada de Elyse comenzó a quebrar su determinación.
Se acomodó junto a ella con fluida elegancia, sus cuerpos cayeron en un ritmo familiar nacido de una larga compañía.
La sala retumbaba con una charla ajena, la mayoría de los invitados ignoraban el delicado baile entre Victor y Elyse. Solo más tarde, cuando Pearce revelara la verdad, ellos…
Victor comprendió cómo se había metido en un aprieto: proponer matrimonio como vía de escape de la asfixiante presión de su familia para sentar cabeza.
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