Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1397
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1397:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
En lugar de eso, aceleró sus movimientos, refunfuñando en voz baja: «¡No es importante! ¡No me quites los ojos de encima!».
Tracy no pudo evitar reírse, su voz era ligera a pesar del rubor en sus mejillas.
«Solo me preocupo por ti. ¿Y si te pierdes algo importante?».
Lowell la silenció con un beso, rodeando su rostro con sus manos mientras la acercaba a él. Su voz se suavizó, llena de intensidad.
—Lo más importante ahora mismo eres tú. Lo estamos pasando tan bien, ¿y aún así quieres que conteste el teléfono? Pensaba que no querías que parara. ¿No te da miedo que tenga que irme?
Fingiendo un puchero, Tracy respondió:
«Bueno, ya que solo soy tu amante secreta, supongo que tendría que aceptarlo si lo hicieras». Su tono era burlonamente lastimero, aunque el brillo en sus ojos delataba su intención juguetona.
Lowell apretó la mandíbula, sus palabras avivaron un fuego en él.
«No digas eso». Bajó la voz, casi un gruñido.
—Si no quieres quedarte atrás, compórtate y déjame hacer lo que quiera. No me importa la llamada, y a ti tampoco debería importarte.
Antes de que Tracy pudiera responder, Lowell empujó con más fuerza, provocando un gemido suave e incontenible de sus labios.
El teléfono siguió sonando de fondo, insistente e implacable, hasta que finalmente se quedó en silencio.
Sin que Lowell lo supiera, la llamada había sido efectivamente del hospital. Cuando pensó en comprobarlo, habían pasado casi dos horas.
Ahora estaba sentado en el sofá, con Tracy acurrucada contra él, con la energía completamente agotada. El aire entre ellos era cálido y lánguido, sus respiraciones lentas y satisfechas.
Tracy notó que Lowell miraba fijamente su teléfono, con una expresión indescifrable.
Su voz, suave y ligeramente ronca, rompió el silencio.
—¿Quién era?
—El hospital —respondió con calma, aunque su tono tenía un toque de tensión.
Tracy frunció el ceño, un destello de enfado cruzó su rostro.
—¿Por qué te llamaría el hospital tan tarde?
Lowell no respondió de inmediato. En su lugar, agarró una camisa que tenía cerca y se la colocó suavemente sobre los hombros. Luego, sin decir palabra, dio unos golpecitos en la pantalla de su teléfono celular.
La línea se conectó casi al instante.
—Sr. Ruiz, su hermana se ha despertado —dijo una voz al otro lado.
Lowell se quedó paralizado, inundado de incredulidad.
«¿De verdad? Es una noticia maravillosa». La llamada terminó rápidamente. Se volvió hacia Tracy y le dijo:
«Tengo que irme un rato. Te llevaré primero a mi casa».
.
.
.