Atada por el amor La ternura de mi marido discapacitado - Capítulo 1369
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Capítulo 1369:
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El corazón de Lowell se ablandó. Se dio la vuelta y la abrazó, murmurando suavemente en su cabello: «No te enfades. No podría soportarlo». Ella se relajó por completo en sus brazos.
«¿Qué has hecho hoy? Pareces tan agotada».
«¿Te importa?», preguntó Lowell.
Ella se rió suavemente. «Por supuesto que me importa. Verte tan agotada me rompe el corazón».
«No es nada de lo que preocuparse», le aseguró Lowell, tratando de calmar su preocupación.
Tracy lo miró, con picardía brillando en sus ojos. Deslizando sus manos bajo su camisa, sus dedos comenzaron a recorrer sus músculos.
Lowell contuvo la respiración. —¿Qué estás haciendo? —consiguió decir, con voz tensa.
—Probando una nueva técnica de masaje. ¿Qué tal sienta?
—¿Relajante? —La voz de Tracy sonaba juguetona, su sonrisa burlona mientras sus manos seguían explorando.
Un calor comenzó a extenderse por el cuerpo de Lowell. Respiró unas cuantas veces rápidamente, luchando por controlar la creciente ola de deseo, pero era una batalla que no podía ganar. Por fin, capturó sus manos, deteniendo su movimiento. «Basta. Tengo que trabajar».
La voz de Tracy, suave y tersa como la seda, rozó su oído, goteando de tentación. «Si no te interesa un masaje, no pasa nada. ¿Qué tal un beso en su lugar?».
Lowell la miró, sus rasgos ocultos en la tenue luz, pero cada instinto le hablaba de su encanto.
«¿Cuánto tiempo debo besarte?», preguntó Lowell con voz ronca, mientras su nuez de Adán se movía con anticipación.
«Sigue hasta que te diga que pares», respondió Tracy con picardía en la voz.
«Pero hoy no me apetece. Solo un beso», confesó Lowell.
Tracy se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada. «Empieza con uno y ya veremos adónde nos lleva».
Atendiendo a su alegre desafío, Lowell se inclinó y sus labios se encontraron, un simple roce que hizo añicos su compostura. Sus pensamientos, antes claros y ordenados, ahora se arremolinaban caóticamente, todos centrados en el impulso singular e irresistible de seguir besándola.
Envuelta en los brazos de Lowell, Tracy sintió la intensidad de su pasión al arrasar con ella, salvaje y desenfrenada.
Su abrazo se hizo más intenso y, poco a poco, se relajaron en el momento. Lowell, abrumado por la emoción, se sentó contra la pared y atrajo a Tracy a su regazo.
Olvídalo todo lo demás —su mente se hizo eco de la necesidad de explorar con ella todo tipo de besos, desde intercambios profundos y ardientes hasta besos suaves y provocadores.
Tracy se deleitaba con la familiaridad que crecía entre ellos, su corazón latía con fuerza con cada beso deliberado y exploratorio.
El tiempo pasó sin que se dieran cuenta y, cuando Lowell finalmente hizo una pausa, su voz era un susurro ronco. Levantó la mano para limpiarle suavemente una mancha del labio, con un toque tierno.
«Quizá deberíamos encender la luz. Quiero verte», murmuró con un tono juguetón en su voz ronca.
Tracy se rió suavemente, apoyándose en su mano. «¿Y delatar mi tapadera como espía? No puedo permitir que eso suceda».
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