Amor Imposible: Deseo prohibido - Capítulo 165
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 165:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Le entregó los documentos al agente.
Alaina se movía nerviosamente en su asiento, incapaz de apartar de su mente los pensamientos sobre la pistola oculta.
El agente examinó los documentos.
«¿Adónde vais con tanta prisa?», preguntó, escudriñando sus rostros con la mirada.
Alaina habló esta vez. «Solo estamos visitando a un amigo enfermo en las afueras de la ciudad, agente. Perdimos la noción del tiempo, así que vamos un poco retrasados».
El agente arqueó una ceja. «Conducís bastante rápido para una visita social».
James intervino con calma: «No superábamos el límite de velocidad, agente».
—Pero estabais bastante cerca, ¿no creéis?
—Solo vamos un poco retrasados —respondió James con la misma calma, sin apartar ni por un segundo su serena sonrisa.
Tras unos momentos de tensión, el agente pareció estar pensando qué decir a continuación.
Finalmente, les devolvió los documentos. —Muy bien. Reduzcan un poco la velocidad y conduzcan con cuidado —ordenó.
«Por supuesto que lo haremos, agente. Muchas gracias por su tiempo».
Mientras se alejaban, Alaina exhaló profundamente.
«¡Mierda, pensé que estábamos fritos!», exclamó.
James se encogió de hombros. «Solo era un control de rutina. Nada serio».
«Pero, ¿y si decide registrarnos y encuentra el arma?».
«Bueno, eso sí que habría sido un problema. Pero no tenía motivos para registrarnos».
—No puedo creer lo tranquilo que estás con todo esto —dijo ella.
Él se encogió de hombros, sonriendo—. Es parte del trabajo —dijo.
Ella suspiró—. Bueno, ya vamos muy retrasados. Miguel pensará que no voy a venir. Deberíamos ponernos en marcha.
James asintió y aceleró, el paisaje se difuminó en onduladas colinas y vastas tierras de cultivo.
El bullicio de la ciudad dio paso a un silencio relajante, solo interrumpido por el zumbido de los grillos.
—Ya está —susurró Alaina—. Hemos llegado. Miguel eligió el lugar perfecto. No hay nadie en kilómetros a la redonda.
James frunció el ceño. —¿Estás segura de que quieres hacer esto sola?
La determinación de Alaina endureció sus rasgos. —Tengo que hacerlo. Miguel me advirtió que no trajera a nadie.
James se detuvo, a cinco minutos del punto de encuentro. —Llama a la policía, al menos. No puedes meterte en una situación que no entiendes.
Alaina sacudió la cabeza y sacó la pistola de debajo del asiento. —Yo me encargo. No te preocupes. No puedes hacerme cambiar de opinión.
Cuando salió, James la agarró del brazo. —Ten cuidado, Alaina.
Ella se acercó al asiento del coche y lo abrazó.
«Gracias por hacer esto, James. Realmente aprecio tu ayuda».
Una mirada incómoda cruzó su rostro. «No tienes que agradecerme. Solo hago mi trabajo», murmuró.
«Has hecho mucho más de lo que tu trabajo requiere. Eres un buen hombre».
Con una sonrisa resuelta, Alaina sacó la bolsa de papel y recuperó el arma.
Salió del coche y empezó a caminar hacia la granja, pistola en mano, con el corazón latiendo con fuerza ante los peligros desconocidos que tenía por delante.
El paisaje desolado pareció tragársela entera, dejando a James observando con ansiedad cómo desaparecía entre sus fauces.
Alaina llevaba caminando unos tres minutos.
Estaba a solo dos minutos del punto de encuentro. El silencio a su alrededor debería haber sido relajante, pero en cambio era discordante.
Todos sus pensamientos le resonaban en el vacío de su entorno.
.
.
.