Amor en la vía rápida - Capítulo 389
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Capítulo 389:
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El tiempo realmente voló.
Gil comentó: «Hace años que no vienes y, sin embargo, nada ha cambiado por aquí. Pásate cuando tengas un rato, Norah».
«Claro, eso haré», respondió Norah.
Gil y su mujer siempre habían sido amables con ella, la trataban como de la familia aunque no tuvieran parentesco de sangre. Norah decidió tratarlos aún mejor.
En el salón, Trudy Davies, la mujer de Gil, estaba sentada en el sofá, mirando de vez en cuando hacia la puerta. Esperaba con impaciencia la visita de Norah.
Todas las luces estaban encendidas, llenando la habitación de luminosidad. Al entrar, Norah se dio cuenta y sintió que le invadía una sensación de calidez.
Gil y Trudy llevaban una vida modesta y solían ser cuidadosos con los servicios públicos. Trudy consideraba un derroche utilizar todas las luces. Era raro ver el apartamento tan iluminado.
«Hola, señora Davies», llamó Norah.
Trudy, sentada en el sofá, respondió rápidamente: «Norah, querida».
Se abrazaron cariñosamente en el salón.
Gil se quedó en la puerta, parpadeando con los ojos llenos de lágrimas. Siempre habían tratado a Norah con auténtica amabilidad, y ella les había correspondido.
Habían pasado dos años desde la última visita de Norah, pero no la culpaban. En aquella época, Norah estaba casada, lo que dificultaba sus visitas. Ahora, recién divorciada, Gil se sentía aliviado al verla recuperar su antiguo yo.
A sus ojos, Norah era una persona extraordinaria. Se merecía algo más que estar confinada en un matrimonio infeliz; su futuro era prometedor. Norah abrazó a Trudy con más fuerza.
«Señora Davies, siento no haberla visitado durante tanto tiempo».
Ante aquellas palabras, Trudy sintió un nudo en la garganta.
«No pasa nada, querida. Lo importante es que ahora estás aquí».
Lo único que deseaba era el bienestar de Norah, independientemente de la frecuencia con que la visitara.
«¿Por qué no nos sentamos a charlar mientras comemos algo?». Trudy sugirió.
Antes había ido al mercado a comprar ingredientes frescos para una comida. Trudy recordaba cuánto le gustaba a Norah cocinar.
«He preparado tus platos favoritos. Prueba alguno», añadió Trudy, tendiéndole a Norah los cubiertos con una sonrisa.
Norah miró lo que había sobre la mesa y se fijó en los platos que le resultaban familiares. Eran los mismos que había elogiado como deliciosos en sus anteriores visitas. Estaba claro que Trudy se había acordado de su afición por el cilantro y lo había añadido generosamente a la comida.
La mesa estaba repleta de platos hechos a su gusto.
«Sra. Davies, ha cocinado tanto que no podremos terminar todo esto», comentó Norah.
«No se preocupen por eso. Mientras disfruten de la comida, es lo único que importa. Prueba un poco», anima Trudy, con los ojos llenos de esperanza.
Bajo su alentadora mirada, Norah probó cada plato, encontrándolos tan deliciosos como siempre.
«Esto sabe de maravilla. Me gusta mucho», comentó después de cada bocado, provocando una sonrisa en Trudy.
Aunque estos platos no eran la comida de lujo de un restaurante, Norah encontraba la comida casera excepcionalmente sabrosa.
Durante la comida, Norah compartió novedades sobre su vida reciente.
«Me alegro de que te hayas divorciado. Desde que te casaste, apenas te he visto. Parece que lo has pasado mal en esa familia, querida», dijo Trudy, con voz llena de preocupación.
Los ojos de Trudy rebosaban cariño. Quería a Norah como si fuera su propia nieta. La falta de conexión sanguínea no disminuía el afecto genuino que compartían.
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