Amor en la vía rápida - Capítulo 1180
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Capítulo 1180:
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Otra muerte, especialmente la suya, era inaceptable.
«Rose, no quiero pelear contigo. Si los quieres, tómalos», dijo.
Los dolorosos recuerdos del pasado afloraron en su mente. Entendió claramente lo que ella insinuaba con sus palabras.
En el pasado, una decisión tonta casi había llevado a la destrucción de todo su equipo.
«Rose, mi única petición es que nos dejes ir», frunció el ceño Kellan.
Rose, conocida como la despiadada agente de Dark Night, tenía fama de no dejar supervivientes en sus misiones y nunca había fallado.
Bernice se mordió el labio con fuerza. Después de llamar a Norah, Calvin le apretó la mano con fuerza, silenciándola.
Gilda y Chayce se acercaron inmediatamente a Bernice, protegiéndola de la recién llegada, a la que temían que no fuera Norah y pudiera suponer una amenaza.
El corazón de Bernice se aceleró: reconoció la voz de Norah. ¡Era ella! ¡Su hija había venido!
Preocupados por poner en peligro a Norah, los cuatro permanecieron en silencio, escuchando atentamente el intercambio entre las dos.
Norah ladeó la cabeza, reflexionando por un momento. «¿A quién has visto hoy aquí?».
Kellan, entendiendo su implicación, respondió rápidamente: «No he visto a nadie. Nos fuimos por nuestra cuenta».
Rose había desaparecido durante mucho tiempo, claramente queriendo evitar más enredos con las disputas de Dark Night o exponerse a la escena mercenaria internacional.
«Llevaré a mi equipo al extranjero inmediatamente y guardaré silencio sobre este incidente».
La expresión de Norah se suavizó. «Llevad a vuestra gente y marchaos ahora». Se sintió aliviada de resolver la situación pacíficamente.
Hace años, cuando Flame estuvo a punto de ser aniquilada, Kellan tomó decisiones más prudentes.
Kellan dijo inmediatamente a su equipo: «¡Salid, ahora!».
Mientras se marchaban, Norah mantuvo su arma apuntándoles, lista para disparar si alguien desafiaba sus órdenes.
Pronto, solo los cuatro rehenes permanecieron en el almacén abandonado.
De pie junto a la puerta, Norah vio cómo los vehículos se alejaban a toda velocidad antes de dar media vuelta. Se acercó y usó su daga para cortar las cuerdas que ataban a los rehenes y les quitó las vendas de los ojos.
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